Amanezco después de vivir un sueño que se repite a lo largo de mis últimos treinta años de una manera metódica, punzante, obstinada. Quiere mostrarme algo, o darme algo, o generarme algo que no logro retribuirle por lo visto. Afuera, está nublado. El bosque reposa con la letanía del canto de las palomas y nada se mueve mientras unas pocas caen de los árboles. Por suerte, ningún perro ladra. Pienso muchas cosas, pero por fin sé que no tienen mucha importancia. E incluso pienso en el sueño, en sus representaciones. en su función y en lo que debo aprender de él. Pero, como siempre, no logro llegar a nada. Supongo que estoy feliz de vivir con él en las noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario