Voy por la ruta. Campo y más campo, enorme campo. Lo celebro pensando que no es como en Europa donde siempre aparece la mano del hombre en un modo mucho más notable. El cielo tiene nubes que de todas maneras dejan ver al sol detrás, como si fuese la luna, redonda, pujante, bella. Dos chajá cruzan la ruta. El de la Pampa es un paisaje que siempre guarda la calma de un mar y siempre me recuerda la novela de Chejov La estepa. Después, en la estación de servicio está el hombre que me carga siempre nafta y considero mi amigo. Y también la joven que me prepara unos sandwiches. Todo parece en orden y en paz. Todo pareciera que podría durar.
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