Estuve por varios barrios ayer. En realidad, debo explicarme mejor: primero fui a nadar a mi club cerca del río y disfruté bajo un sol todavía fuerte no obstante estamos en el comienzo del otoño. Pero el tiempo continúa caluroso, incluso pesado. El río, por su parte, estaba bajo y en ese barro una cigüeña se mantenía estática, parada, contemplando el horizonte. Era en sí una escultura, estilizada, perfecta, armoniosa y absolutamente moderna en su estética. Casi nada se movía. La brisa era mínima, pero tuve que seguir viaje pronto para verme con una clienta en un barrio alejado. Para eso tuve que internarme en la autopista y en su tránsito. Ojalá algún día sea capaz de abstraerme de las mareas de autos y en especial de la gente. Pero soy consciente que sería también abstraerme de mi capacidad para disfrutar del río y en especial de esa cigüeña maravillosa.
Luego de terminar mi gestión con la clienta, compré fruta y verdura en una esquina donde la mujer que atendió tenía un modo cariñoso y a la vez un tanto atrevido para hablar. Después, me fui a reunir con un amigo en otro punto de la cuidad. Creo que al fin y al cabo me gustan los barrios por sobre el centro de la ciudad. La esquina arbolada, con casas antiguas, bares plácidos. Todo me gustó, pasé un buen tiempo. Aleluya.
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