Llueve con pausas, de forma tranquila y lánguida. Esa lluvia me acerca al puerto de mi infancia, cuando esperaba el ferry que me llevaría al otro lado de la costa y después de un poco más de viaje a la casa de mi abuela. Allí cada piedra, cada árbol, cada espacio podía revelarme algo cierto que se volvía permanente.
Me pregunto cuándo perdí esa conexión y cómo podría volver a estar otra vez frente a un paisaje de árboles que después de caminar un buen rato me dejen ver el mar.
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