Hoy hubo un día de cierta tranquilidad en la ciudad. Un paro general. No obstante, fui a la oficina alrededor del mediodía. Pero antes me levanté temprano, después de otra noche plagada de sueños, densos, aciagos. Como debo limpiar mi cuarto de estos espíritus, ojalá supiese cómo. Durante la mañana, además de un poco de trabajo, pude pasar por el taller a pintar. Un punto inusual en mi vida: pasar por las mañanas por el taller lo debo celebrar.. Después de la reunión del mediodía, fui a almorzar a lo de mi amigo y conversé con su pareja acerca de las diferentes idiosincracias de los ciudadanos de São Paulo, Río de Janeiro, Bahía y el sur de Brasil. Todo muy general y subjetivo pero entretenido. El momento tuvo destellos de playas, descriptas por la mujer de mi amigo, que me lograron trasladar a ciertos placeres tropicales, deseados ahora solo en parte, porque antes una playa soñada me parecía un lugar espléndido y hoy me interesan más los paisajes de otra índole, y sobre todo los espacio donde por un motivo u otro encuentro un arte antiguo que me convoca cada vez más a medida que pasan los años.
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