miércoles, 30 de abril de 2025

El arte de mantener la calma

Día de sol apacible en cuanto al viento y la temperatura (alrededor de veinte grados). Anochece cada vez más cerca de las seis de la tarde. En el pasado, no había dado cuenta de lo temprano que empieza a bajar el sol para esta época. Y si me hubieran preguntado hubiera dicho que anochece más tarde de las seis y media, tal vez cerca de las siete, pero seis y media cae el sol a fines de abril. 

El día muy típico en muchos sentidos y en otros totalmente infrecuente. Fue típico en cuanto a la ruta de mi casa al trabajo y lo mismo en relación a mi lugar de almuerzo y me visita al taller. Incluso después pasé a cortarme el pelo en el lugar de siempre, pero esta vez opté por no charlar casi nada con el peluquero para disfrutar de cada detalle del corte. Quise concentrarme en eso y no lo logré al nivel que deseaba tal como me ocurre cada vez que quiero concentrarme en algo por más de un instante. 

Los detalles excepcionales: el festejo del cumpleaños de mi hijo. El tiempo que me pasé en la madrugada con los ojos cerrados atento al negro (la visión que vemos cuando cerramos los ojos en la oscuridad). Esperé algún tipo de milagro, un detalle o lo que fuera que me permitiese pensar que hay un Dios o algo más pero solo estaba ese negro absoluto. 

Y luego, al leer a Séneca, tomé consciencia de que si hubiera nacido en la antigua Grecia lo más probable es que en mi cabeza solo hubieran existido cantidades de dioses, tal vez nunca la idea de un solo Dios.  El arte de mantener la calma, se titula el libro, y es breve, espléndido.


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