Un día como tantos otros. Mañana de trabajo en mi casa disfrutando del sol y de la compañía de mi hijo. Diez y veinte regresó la perra de su paseo con Luis, uno de los mejores hombres que conozco por su buena predisposición a disfrutar de cada día. Tal vez sea el sabio más importante que he conocido. Pero pienso en otros también. Daniel por ejemplo, el hombre de seguridad de mi oficina, está en un nivel tan alto. Tal vez sean los más encumbrados seres que me toca disfrutar. Pero también pienso que cada uno tiene lugares que tocan a muchos otros gestos encumbrados en una cadena inmensa, infinita, que viene de la creación, del primer hombre y la primera mujer que vivieron en realidad siempre en el paraíso y tuvieron incontables hijos que formaron hordas de personas que fueron después a través de los valles y navegaron los ríos, y más tarde los mares, y en el algún punto del tiempo comenzaron a dominar el fuego, y con el paso de los días escribieron las primeras frases que mucho quisiera saber qué decían.
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