domingo, 4 de mayo de 2025

La verdad

 

Pintamos con mi amigo en el jardín de su madre y luego una película demasiado afectada. Más tarde, por la noche, las exigencias del trabajo me apremian y me levantan de la cama. Afuera, llueve. Siento una música estruendosa; persiste desde lo de un vecino odioso. Las exigencias solo se sustentan en una idea vinculada a una cierta liberación; pero todo ocurría después de un estadio de potencia que me resulta vacío, ilusorio. Debo pensar mejor: tal vez liberarme de mi propia ambición para estar sujeto a otro tipo de restricciones, eso no lo sé bien. Del mismo modo: no sé bien qué hacer con el arte en tanto me resulta un ámbito de liberación y al mismo tiempo un espacio cerrado en donde se pasea mi deseo de reconocimiento. Es la misma dinámica: una exigencia que solo se justifica si hay brillo y por eso a veces todo queda en un gesto vacío. Me conviene por lo tanto recapitular. La maniobra, por otra parte, se viene repitiendo a lo largo de los años. Debo centrarme en el acto. En su alegría. El maravilloso y a la vez inquietante acto de poder hacer, crear. Intentarlo al menos.

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