Mediodía ya. Miro por la ventana. Llueve en la calle que baja, poco, pero de un modo continuo, anclado en cierta tristeza que se percibe con nitidez y que, alguna vez —espero—, se vuelva serena, límpida, hasta convertirse en una alegría tenue, básica, que me revele que el tiempo mismo, el espacio, yo, todo, es una mónada.
miércoles, 16 de julio de 2025
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