viernes, 11 de julio de 2025

Recuerdo de un vuelo y tiempo en subastas

 

El viaje de regreso de Roma a Buenos Aires estuvo atravesado por una sensación de encierro. El avión salió más de una hora después de lo previsto y, para colmo, una pasajera —que luego me contó que viajaba sola porque su hija no había podido embarcar debido a un cuadro gripal— sufrió un ataque de pánico y durante buena parte del vuelo tuvo reacciones intensas, con episodios que llegaron a ser dramáticos y que, naturalmente, nos perturbaron a varios. Incluso al aterrizar, ya en la manga, tuvimos que esperar a que ingresara un equipo médico para revisarla. Nadie sabía con certeza cuánto tiempo llevaría ese procedimiento y recién después de eso pudimos empezar a bajar del avión. Ese último momento fue el peor: yo, para entonces, estaba bastante tenso. Muy tenso. Me urgía bajar. El tiempo detenido a bordo, sin un horario claro de salida ni de desembarco, me agobiaba. Necesitaba desplazarme a otro espacio. Por suerte —y a pesar de todo— logré arbitrar bien las tensiones.

Pero no es cierto que haya salido ileso: durante varios meses no me quedaron muchas ganas de volar tantas horas por tan poco tiempo.

De eso han pasado unos cinco meses y recién ahora empiezo a sentir, otra vez, cierto deseo de subirme a un avión.

En otro orden de cosas, hace un rato pasé por una casa de subastas a la que concurro desde hace años. Comprar en las subastas es, sin duda, una de las cosas que más me gustan de mi ciudad. Tal vez suene un poco grandilocuente, pero diría que también de mi vida. Me produce un gran placer comprar piezas de arte en ese contexto. Hay una forma de adrenalina que me atrae, cierta vibración en torno a un objeto. Siento que ese juego de deseo intensifica la belleza de las cosas. Como si el impulso material que lo activa pudiera, de algún modo, elevarlas también espiritualmente. Las piezas de arte conservan esa energía. Una fuerza que las sostiene a través del tiempo. Lo mismo que las rocas más fantásticas o los árboles. La diferencia, en este caso, es que las obras contienen a seres que alguna vez las amaron.

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