Fui recién con mi perra al final de la calle, donde hay un espacio verde bastante amplio. Es una pradera que tiene sobre el final una capilla pequeña y sin encanto; no es antigua y no tiene un diseño logrado. En los costados tiene hileras de eucaliptos medicinales y al principio una canaleta con algunos álamos carolinos en el lado izquierdo y en el derecho un conjunto de cañas que, como sucede siempre, han crecido en la medida que no han encontrado resistencia por la parte de la pradera. El sol acababa de ocultarse sobre el costado derecho, detrás de un espacio vecino que tiene otra pradera, y más allá un convento y una iglesia -ahora que escribo esto descubro que evidentemente es un lugar particular porque no es común que existan tantos lugares religiosos cercanos en esta zona-. Mientras mi perra olía los pastos de la pradera, yo permanecía junto al cañaveral intentando una y otra vez concentrarme en escuchar el gorjeo de unos tordos que están siempre allí por esta época -supongo que porque tienen sus nidos- y que logran unas melodías tan lindas que me alegran la vida. En cuestión de unos diez minutos, apenas oscureció un poco más, dejaron de escucharse. Solo se oía algún que otro gorjeo, e incluso un canto aislado, último, sin explicación. Pero después ya no había nada. Solo el fin del día. Unos chimangos que pasaban rápido hacia el oeste e incluso una paloma.
Así pasan los instantes, me puse a pensar, los días. El increíble avance del tiempo que tiende a organizar todo. Hace una semana exacto, me puse a pensar después, cuando vino a mi madre a almorzar a mi casa, en un momento dado después de la comida, ya sentados los dos con mi pareja en el living, porque estábamos hablando de su padre, ya no recuerdo a raíz de qué tema, ella se puso a decir que consideraba que mi altura intelectual era superior a la de su padre. Un comentario que representa todo lo que busqué de un modo más o menos consciente desde mi juventud y por ende es, en cierto punto, lo que quise escuchar de algún modo durante muchos años. Si bien me llenó de orgullo no representó demasiada felicidad porque es algo que llega cuando tarde. Ya no preciso compararme con nadie. No hay más categorías que entren en competencias. Están más bien los gorjeos de los tordos cerca y la atención en esos minutos que anteceden al final del día.
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