Ahora son las ocho y veinte de la mañana. Día de sol ventoso y frío de los que me gustan. Un zorzal en el cerco contiguo al vecino canta distintas melodías. Tiene un conjunto de variaciones que intercala con algunas repeticiones; me encantaría saber qué representan para él. Por qué a veces elige repetir ciertos fragmentos y por qué a veces intercala otras melodías. ¿A quién le canta? ¿Le producen alegría? A mí sí. Lo escucho y todo queda suspendido al punto que me lleva a instantes de mi infancia en donde el descubrimiento del mundo se desplegaba a cada paso.
Sigue ese pájaro en el cerco de mi vecino. Me paré incluso y lo vi. Había dos palomas cerca de él. No lo miraron en absoluto. Eligieron una rama contigua, se detuvieron unos instantes; voló primero una y después la otra. Gracias al hecho de mirar ese cerco, y después la casa de mi vecino, recordé que había soñado con que pasaba sin permiso a conocer su jardín, que en mi sueño era muy distinto a la realidad: tenía piedras y cactus y daba a un precipicio que miraba a unas sierras más bajas. El jardín estaba en lo alto; tenía una vista abierta fantástica.
Sos un privilegiado, le decía con embarazo en el sueño a mi vecino cuando, al salir de su casa, me descubría en su jardín. Después de saludarme, algo incómodo, me hacía pasar, y adentro me encontraba con una mesa servida para tres. Su hijo ya estaba sentado; ella, ausente. “Se fue a buscar las pizzas”, me respondió cuando le pregunté por ella. Luego el hijo empezó a conversar conmigo —no recuerdo sobre qué tema—. Lo que sí recuerdo es mi sensación de tristeza e incomodidad ante esa escena familiar, opaca quizá por el estilo de los muebles y la poca luz. El hijo, al menos, me parecía educado. Es el mismo que, a veces, en la realidad invita a unos amigos los domingos por la noche. Casi siempre me molestan con sus gritos. Por fin le conozco la cara, pensaba. Parece más bien retraído, me decía, y a sus veinticinco años demasiado dependiente de sus padres.
Con ese sueño me pasa casi como con el canto de los pájaros: no lo puedo comprender. Los percibo e incluso me conmueven, pero no puedo saber más. Lo mismo que la mayor parte de las cosas que pasan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario