Desayuno cerca del sol y primer baño en la pileta de la temporada. Pude nadar incluso porque no estaba tan fría el agua. Fui y vine por la pileta atento a la coordinación de mi cuerpo. El agua se dejaba tocar y más que nada me dejaba flotar. Asado de almuerzo. Antes fui al pueblo a comprar la carne, las frutas y las verduras. En el supermercado chino, me quejé por la gran cantidad de polvo que había en las botellas de vino. En la verdulería estuve ocurrente con mi amigo Johnny. No llevé casi dinero. Le pagué con una transferencia ni bien llegué a mi casa y le envíe un mensaje. Me agradeció. Me aprecia sin duda. Escribí y corregí una novela que intento terminar hace más de quince años. Creo que hoy la terminé y, por un momento, incluso lo festejé. Planeo festejarlo mucho más, si mi alma mi acompaña -creo que lo hará-. Dormí la siesta de una manera pesada, contundente, feliz.
Al despertarme, fui junto a la pileta y prendí el filtro. Quería escuchar el ruido del agua. Después, fui hasta el final de la calle, al espacio verde que tiene un capilla reducida, y me senté con mi perra a meditar. Solo por contados instantes me concentré en los pájaros. Por instantes, los proyectos laborales me abordaron. Al fin, pude sortear esas oleadas y volví a los pájaros sentado en los escalones de la capilla, y me sentí igual que un sabio en una película japonesa; estuve absorto en el acontecer del mundo. De regreso en mi casa, me tiré boca arriba junto a la pileta, donde todavía trabajaba el filtro, a mirar el cielo. Cayeron gotas y pronto estaba lloviendo con fuerza. No estaba pronosticada esa lluvia. Vino de la nada. Cuando amainó fui al gimnasio en bicicleta. Hice remo por cuarenta minutos y estiré un poco mis músculos. Ni bien se fue el señor que estaba conmigo, pasadas la nueve de la noche, me tiré boca arriba en el piso a mirar el techo del gimnasio y fui feliz en ese instante.
De vuelta a mi casa, me asaltó un pensamiento dañino que pude sortear bastante rápido. Me puse a cocinar y, cuando salí a mirar el cielo, sentí el estruendo de una fiesta. Corroboré el dato: había una fiesta en una casa ubicada en la esquina, a buena distancia. De todos modos, el estruendo me invadió y todavía me invade. El gran avance en mi vida es que esa molestia me importa un poco menos que antes.
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