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viernes, 7 de noviembre de 2025

El miedo a lo desconocido

 

Amanece en Puerto Bemberg. Escucho los pájaros, fuertes, intensos, alegres. La selva los entusiasma o tal vez es el río cercano y la promesa del verano. Son jóvenes, supongo. Todos los pájaros lo son. Nunca he visto la vejez en uno. 

Logro volverme a dormir y después me despierta con suavidad mi hijo. Me dice: Son las nueve y media. Desayuno y luego ida a la pileta a nadar. Se escuchan truenos a lo lejos; pronto llegan las primeras gotas. Salgo por precaución del agua. Vemos con mi hijo el aguacero acostados en una reposaras bajo un techo junto a la pileta. Como mi hijo está a la espera de una nota de su facultad, mira cada tanto el celular a ver si hay novedades. Todavía no. El profesor quedó en subir las notas el día de ayer. Pero eso no ocurrió. Mi hijo vuelve, entra al mismo lugar de la web, pero no hay caso. 

Intento relajarme, pero no logro. Permanezco en la reposera concentrado en los árboles mojados por la lluvia. No logro el ansiado descanso. Sospecho del café. Muy fuerte. Persiste en mi cabeza una fijación, un estado de alerta que no se compadece con ningún hecho puntual. Sospecho de mi trabajo. En el último tiempo, siempre me ocurre lo mismo: pienso que tengo oportunidades atractivas en lo material al alcance de mi mano. Treinta años de trabajo como abogado dieron sus frutos. Me queda un esfuerzo más para recogerlos. Las ideas para ampliar mis reclamos. Ocurre que vienen a mí con la mayor naturalidad. El problema es que me falta entusiasmo. Quisiera huir hacia espacios más libres. Lugares que tildo de más "creativos". Pero hasta ahí llego y me estanco. Temo no voy a tener una inserción específica en el mundo del arte. Me digo que en realidad no creo en el mercado del arte. Y tal vez por eso no se me da tan bien como el tema de los reclamos. Esas demandas en mi cabeza vienen a mí como pájaros a las ramas de un  árbol. ¿Mejor aceptarlo y continuar con miles de reclamos más? ¿O debo privilegiar mis ganas de lanzarme a crear? 

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