Volvemos al hotel. Ducha y salimos para el pueblo. Recalamos en un restaurante que nos recomendó nuestro amigo de la agencia de autos Joel Esteban. Está bien el lugar, tiene mesas afuera. Están en un patio que da a la calle. El ojo de bife que pruebo es algo fuera de serie. Se lo pondero al mozo. Las papas fritas en cambio son de "paquete. Lo artificial, lo imperfecto siempre está al acecho, y esa falsedad me se empeña en cortar los contados momentos en donde la belleza y la paz se hacen presentes. La mayoría del tiempo reina la imperfección. Por eso debería abrazar con todas mis fuerzas a esas manchas. Ser capaz de ver en detalle su belleza y sus tonos. Va siendo hora.
Pero por lo pronto prefiero continuar en busca de esos instantes preciados, absolutamente infrecuentes, que cuando aparecen resultan intensos. A tal punto, que el devenir parece encontrar se alinea con el sentimiento y entre uno y el resto no hay nada.
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