Duermo como tantas veces, con intervalos. Me despierto por ruidos mínimos, sueños vívidos, intensos. Incluso me despierta un perro que ladra. Siento que todavía me domina el sueño, pero mi cabeza me dice que no voy a poder dormir. Que ese ladrido ha producido una perturbación tan grande que ya no es posible. Sin embargo lo intento. Pertenece a unos vecinos de un edificio contiguo a los que les he pedido varias veces que mantengan la puerta del lavadero cerrada. Pero es en vano. También se lo han dicho otros vecinos. El portero, por su parte, me ha entusiasmado con la promesa de que para principios de este mes se iban mudar. Son inquilinos, me explicó. He hablado incluso una vez con la dueña del perro. Todo eso pienso mientras intento volver al sueño, pero no lo logro. Mi cuerpo no puede dejar de ensayar pensamientos, exigencias prácticas, necesarias, en teoría. Hasta que por fin un sopor me toma, me lleva de la mano, me saca de mi lugar y me deposita en un mundo del que no sé casi nada.
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miércoles, 17 de diciembre de 2025
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Sano y salvo
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