sábado, 12 de mayo de 2018

De nuestra persistencia aflorará el milagro


Soñé con una escala de colores 
reflejada en un charco 
de la playa distante e indómita
donde al final, a cierta altura, 
descubrimos una casa 
llena de chicos discapacitados.

Esa imagen nos quedó 
como un hecho que sirve
para darle una luz 
todavía más intensa y dócil
a la verdosa belleza 
de las fuentes en las plazas.

Hablo de pueblos dormidos 
sobre húmedos campos
todavía no alterados 
por el tránsito interminable
que busca llegar a destino.

Y hablo del cementerio 
desmejorado
que vimos desde torres 
impecables.

Todavía buscamos 
ese búfalo negro
con una lengua rosada 
despampanante
en mitad del río pantanoso.

Si algún día logramos eso, 
podríamos elevar nuestro canto 

hasta un límite tocado y sostenido
que nos permita llegar 
a un niño tierno y calmo
que duerme junto 
a la enorme cigueña 
escoltada por cisnes 
que miran desde el agua.

Un latido que de a poco 
se vuelve imperceptible

y se olvida de la brutalidad 
de las cosas.

Así podríamos rozar los jazmines 
recogidos en las primeras
mañanas de noviembre

donde dejamos de ser 
una diferencia.

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