Vamos detrás de los cuerpos en un
intento
por volvernos más proclives a las
respiraciones
que te permiten interpretar mejor
las posibilidades
que anidan en nosotros, siempre a
la espera
de un fervor, de un ímpetu o una
provocación
capaz de abandonar la exigencia de
decir algo
relacionado con una filosofía útil
para atraer
una verdad, una de unos sobre
otros, una impronta
que de algún modo curaría nuestra
desorientación,
cada vez menos severa en la medida
que vamos
de la mano hablando cosas muy íntimas.
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