Recuerdo ese tiempo: queríamos imitar a los poetas místicos
y para eso contemplábamos las cosas en silencio,
abstraídos por la paz que podían adquirir las cosas para nosotros,
y que ellas de un modo oculto tenían,
porque lo verdaderamente valioso estaba en la belleza
que se acrecentaba, en la medida que la mirábamos,
y ella, conectada de un modo que no podemos afirmar que fuera cierto,
perseguía el relajamiento que tocaba al paisaje,
de a poco, deslumbrante y al mismo tiempo muda.
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sábado, 31 de agosto de 2019
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