Esos días
te levantabas a buscar
una paz imposible porque
si no era en un lado,
era en el otro
que un perro o alguien
alteraba tus nervios.
Tu sentir era
un lugar tenebroso
que no podrías describir.
Hasta que un día,
un águila voló desde
una montaña
y en tus sueños
entró a tu pecho
para llevarse con su pico
eso que te agitaba.
Y viste bañada en sangre
la serpiente que vivía
de tu carne
y sentiste
pena por su partida.
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