Y muchas noches sufrías
por la falta de una paz
que habías avizorado
aquella vez en una iglesia
(ya no recordabas cuál).
Y sin embargo,
ese recuerdo,
perfecto y luminoso,
era tu gran objetivo.
Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...
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