Caminabas
hasta que lo deseado
dejase de pesar
y llegabas
a parecer un mendigo.
Pero no pedías nada
porque tu intención
era dar, no exigir.
Con los años,
te volvías un santo,
y eras pintado en una iglesia
junto a montones de
ángeles, colinas y ríos.
Pero pronto, muy pronto
querías salir de ahí.
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