Miré entonces hacia la orilla de la laguna donde, una garza, ajena al final del día, caminaba sobre plantas flotantes. La luna convertía el agua en azulada. Despacio, por detrás de unos ceibos, fui hacia la orilla para ver más de cerca a la garza, pero ya no estaba. Prendí entonces la luz de mi linterna para ver si la encontraba y apareció el dulce ir y venir del sauce sobre el agua.
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