Esa tarde de verano, en un paraje cercano al río, entre lapachos amarillos, fuimos por un sendero hasta una playa en cuyo borde había malvones silvestres. Miré el cielo porque en círculos, más allá de la frontera, volaban unos jotes donde unas palmeras custodiaban el río como soldados.
Todo parecía tranquilo. Se iba la tarde y las palmeras se volvían azulinas y por instantes violáceas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario