Esa misma noche soñé que estábamos junto a la pileta. Los dos rodeados de una bruma incipiente y vos, acostada en una reposera, me mirabas. Un viento leve movía las ramas del sauce sobre tu cabeza. Te miré con una sonrisa yo también y pensé que no había en tu cara una sola imperfección. Pero tampoco había un aire soberbia.
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