Esa mañana pensaste
que tus días siguen a tus padres,
y los de tus padres
buscan a tus abuelos.
El canal cada vez más
estaba agitado por el viento.
La iglesia por fin iluminada.
Se habían corrido las nubes,
el mar brillaba.
Miraste entonces el agua
donde, ajenos y mudos,
nadaban unos peces.
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