Ida a para escultura en viaje en auto con demasiado tráfico. En ese sentido, fue como siempre: el tráfico me impulsa hacia un agotamiento. Me abruma y me deja una sensación desagradable que me afecta supongo que en mayor medida que a otras personas —aunque esa suposición es algo arbitraria, como la mayoría de las suposiciones que ensayo—. Pero cuando llego a la terraza del taller de escultura de mi profesor, algo cambió. Estábamos los dos solos, no había otros alumnos. El viento arreciaba en un momento con tanta fuerza —mucho más de la que he visto antes en ese lugar por años—, que entramos a un ambiente pequeño que tiene la terraza, en donde hay una mesa en el centro. Alrededor, se ven herramientas en las paredes y montones de esculturas —en su mayoría inacabadas—, y nos dispusimos a trabajar en objetos de arcilla hasta que el trabajo se convirtió en algo plácido hacia los objetos que se nutrían de algo que venía de nosotros sin que supiéramos para qué ni por qué.
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sábado, 5 de abril de 2025
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