El viernes fui a la playa con pantalón largo y remera y advertí que había una buena cantidad de personas con traje de baño. Incluso me pareció que alguno que otro se acercaba al mar. De manera que al día siguiente fui con silla y traje de baño a la playa con mi pareja (quien me dijo que hacía demasiado frío para el traje de baño y que de todos modos no había traído uno) y después de un rato de estar al sol entré al mar donde el frío del agua enseguida me sacó buena parte de esas tensiones que acumulo como una esponja a lo largo de las horas y los días por los motivos más diversos y más increíbles, y otras veces por motivos más fundados. Fue un bautismo como tantas veces. Olas tocando al cuerpo que las recibe encantado. También una comunión porque la existencia se elevó en busca de cierta aproximación al cielo (por donde pasó una gaviota perpendicular al horizonte).
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