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sábado, 18 de octubre de 2025

Un viernes como tantos

Un viernes como tantos de los que tengo memoria, aunque estuvo mejorado. Fui a la misma oficina de siempre, pero esta vez almorcé en un restaurante donde tengo un amigo —el dueño—. Antes, estuve frente a la plaza tomando un café con mi padre; esta vez hablamos de las maravillas arquitectónicas que nos rodeaban y de las tres plazas contiguas, con árboles inmensos de especies variadas. Al terminar mi jornada fui a ver un remate de arte y luego a pintar a mi taller. Por fin visité a mis suegros con mi pareja y hablé con mi suegro de una manera afable. Ya no siento el encono que a veces me perseguía, sin el menor sentido, como si quisiera demostrarle su supuesto egoísmo. Cené con mi pareja e hijos y ahora escribo esto mientras escucho la fuente más abajo; lo demás está quieto. Quisiera reducir el tiempo que paso frente a la televisión a la mínima expresión. Días atrás charlé con un hombre que dedica su vida a dar seminarios sobre Borges. Me dijo que no tiene tele en su casa y me pareció que debía de llevar una vida más silenciosa que la mía, pero se debe tratar de una fantasía más de mi parte. En la charla se me ocurrió decir que quien nos presentó era una buena persona y que, por lo tanto, era sabio. El especialista en Borges optó por contradecirme: se refirió a que el papa argentino era bueno pero no sabio, y terminó dando razones políticas para fundar su juicio. Conocía bien las obras de Kierkegaard y de Spinoza, pero a la hora de la verdad se enfrascaba en situarse en la orilla del bien para despotricar contra los que hacen el mal. Espero estar lejos de esas playas.

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