Estaba en un mundo feliz. En lo alto, en la oscuridad, frente a otros edificios que eran como pinos diseminados por un bosque de concreto. Abajo, como una vertiente, había una fuente. El mundo giraba de nuevo. No existía más que la noche fría y calma. Me puse a mirar por la ventana. En un instante, a la distancia, pasaron dos aviones por el cielo sin nubes.
Todo lo que había generado pérdidas y tristezas se había ido del mundo. No por arte de magia, sino por un proceso que esa noche el ruido del agua festejaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario