Ella como un lugar donde los recuerdos
se penetran hasta dejarte exhausto ante
un montón de baldosas rotas de una casa
cien por ciento desastrosa, si es que esa perfección
puede exhibirse como alguna vez se exhibió
en mi adolescencia: el tiempo que fui sometido
por distintas ninfas: entraban por la ventana
de un cuarto orientado hacia una palta centenaria
que llamo ahora con mi hijo “enorme pantalla mágica”.