Ese punto o lugar, construido por los antiguos
habitantes de la zona durante unos cien años
con un esfuerzo que costaría mucho describir,
tiene cada piedra tan bien encastrada, que del cielo
recibieron una luz que tocó su entrecejo
para nacer en ellos una esfera redonda y dorada.
Desde entonces buscamos esa esfera
en un jardín suspendido en la cumbre de una montaña,
sin otra cosa que el cielo arriba y el mar debajo.
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