Esa noche me levanté ansioso por las pesadillas y fui hasta la galería a buscar un poco de aire. No paraba de llover. Intenté meditar, pero me resultó imposible. Sin embargo, insistí hasta que un relámpago cruzó mis ojos cerrados, y no sé por qué entonces pedí una señal. Algo que demostrase que mis esfuerzos valían la pena. Pero solo siguió lloviendo, así que resignado me tuve que contentar con agradecer eso.
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