Visita de amigos en la casa cercana el mar. Algo feliz y al mismo tiempo exigente para quien desea estar a tono con un momento de calma y silencio. Vamos a la playa y me encuentro con otra pareja de policías que contemplan el mar. Los veo parados a un costado, cerca de nosotros. Son jóvenes y me generan ternura. Ambos tienen la expresión en el rostro de haber terminado en ese trabajo porque no encontraron opciones mejores. Es como si la vida los hubiera puesto ahí por necesidad y nada más. Seguramente lo sea y en la misma medida que todos nos encontramos en nuestro lugar por circunstancias que nos han invadido, o que nos pesan demasiado y por eso nos han privado de otra fuerza que estaba en nosotros, que deseaba salir, andar, explayarse, pero no pudo hacerlo: nadie la abrió la puerta...
Pero tal vez la puerta algún día se abra, pienso, sonriente. Y vuelvo a verlos. Siguen de pie junto a nosotros. Todavía contemplan el mar arriba del médano.
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