Salgo de mi casa pasado al mediodía.
En la esquina me cruzo con una joven
de unos 20 y pico y años, que me parece
atractiva, aunque ligeramente
más que nada por la distancia entre su edad y la mía.
Después, me pongo a pensar en esas 30 años
que han pasado desde que yo tenía esa edad,
y se me ocurre que he girado sobre una rueda
más o menos parecida: mi matrimonio,
el crecimiento de mis hijos, el desarrollo de mi
profesión, los intentos por expresar algo cierto
y los instantes en donde percibo algo excepcional.
No sé qué debería haber pasado
para que hoy sintiese la satisfacción de haber
logrado algo notable. Tal vez una vida más aventurera,
pero no creo que eso hubiese bastado. De todas maneras,
las aventuras están a la vuelta de cada esquina,
y muchas experiencias que parecen
fantásticas y excepcionales no lo son.
Y otras, por ser tan simples, se vuelven
figurantes y memorables. O tal vez es un consuelo
que tengo cuando me pongo a pensar en los caminos,
que son tantos y llevan a más dudas que certezas.
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