Ahora, noche de niebla. Total al punto que abraza a los edificios y termina por hacerlos entrar en sus entrañas. Nada se mueve en el cielo. Abajo, tengo la mayor fortuna: el ruido de la fuente, que volvió a funcionar después de meses.
Todo es fácil, de pronto. En la noche: a medida que avanza la niebla, incluso los recuerdos se van con ella, se internan en los edificios, y ya no hay lugar para la historia.
¿Entro, por fin, en un nuevo mundo? Espero que sí. ¿Una forma de ver las cosas, distanciado del pasado y de la nostalgia? Otro tipo de carácter. Pero no —me digo enseguida—, voy a añorar el pasado por siempre, a rajatabla, cumpliré con el mandato. En mi fijación está lo más preciado. Ese tesoro me lo demanda y yo lo necesito conmigo.
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