Pedaleamos casi una hora. Pasamos los galpones de las gallinas. Vamos con mi hijo a la parte linda del campo. Dejamos las bicis al costado y nos echamos en el pasto. No hay viento. A nuestra izquierda, el sol casi desaparece; los pájaros lo saben. Un chimango pasa sobre unos eucaliptos y planea arriba nuestro. En el fondo, las vacas pastan inmutables. La tierra en los primeros potreros está perfectamente arada. Después, viene un potrero de alfalfa y otros eucaliptos que, desde nuestro luga,r se ven pequeños. Atrás, vemos nubes bajas como montañas. Le quiero explicar a mi hijo lo que es todo esto, pero no tendría importancia.
miércoles, 30 de septiembre de 2020
sábado, 26 de septiembre de 2020
San Rafael
en ese hotel inmenso frente al mar
rozando con la mente lo que no teníamos.
miércoles, 23 de septiembre de 2020
El coro en Venecia
Ida y vuelta al hospital con mi hija. Rutinas y vuelta. Después un momento en bici. Ya de noche, en el frío, el mismo camino y las mismas cosas por la mente. Una góndola va por un canal. La posibilidad de ser un gran artista está en esa escena porque eso finalmente representa Venecia. La posibilidad de escuchar el sonido del agua. Las voces de los niños en una iglesia no están lejos. Cantan de manera genial. Ellos siempre van a ser más artistas que yo en muchos sentidos y en el primero y fundamental: cantan porque lo prefiere su voz; y el agua cercana también suena.
lunes, 21 de septiembre de 2020
Ciertos animales
Las garzas en la orilla bajan la cabeza
buscando comida en el agua,
se vuelven a erguir
y por un instante me miran.
domingo, 20 de septiembre de 2020
Infancia
Un barco hundido en la costa,
un barco que veía de chico.
Tiene manchas negras que son
mejillones, un barco oxidado
por un agua azul oscura
en partes plateada.
Ve sus algas fosforescentes.
Lo sube y lo baja, una y otra vez.
sábado, 19 de septiembre de 2020
El sentido
Soñé que iba al galpón de las gallinas y ahí, liberado por completo de la presiones gracias a la luz de esos mismos galpones, iniciada apenas la noche, podía sentarme en el pasto a ver cómo esas gallinas comían y comían hasta que yo mismo, cada vez más cansado, me quedaba dormido y ellas seguían, supongo, comiendo.
miércoles, 16 de septiembre de 2020
El destino de las gallinas
Los días en esta pandemia se van acomodando a un ritmo cada vez más firme. Un ritmo rápido, restringido y hasta monótono. Hoy volví al campo. Aleluya. Fui en bici hasta el final del camino. Fui hasta lo más lejos. Hasta Torres. A la vuelta, casi de noche, pasé por los galpones antes de cruzar la ruta seis.
Por primera vez, el olor fuerte se mezcló con un lamento, un quejido, un mensaje cierto y fuerte de algunas gallinas. Las pude escuchar perfectamente por primera vez. Y ahí deben de seguir ellas, la pobres, encajonadas por siempre. Así son las cosas en este lugar y en el planeta. Un planeta en donde, sin duda y por desgracia, hemos llegado a este punto, el confinamiento extremo de estas gallinas y, también, la aplicación en ellas de las técnicas productivas, supuestamente en nuestro provecho, más aberrantes e insanas jamás vistas, en donde las cosas, tengo que suponer que, por lógica, van a tener que tomar algún tipo de compresión cada vez mayor, y después, esas mismas cosas, van a terminar en un estallido. Un estallido, imagino, sideral. Un catarata que irá en una caída muy pero muy grande.
Pensé en todo eso lamentablemente en el camino de vuelta. Pero, por suerte, también hice bastantes esfuerzos por circunscribir mi atención al camino, a los pocos sonidos a lo lejos, a las primeras estrellas, a los últimos pájaros, esos pájaros que pasaban como apurados y, al mismo tiempo, tal vez, culpables de haberse demorado vaya saber uno en qué.
Y en ese declinar de la luz, los caballos seguían pastando en algunos potreros a lo lejos. Pastaban como si la falta de luz no fuese una cuestión. Hay otros galpones avícolas al principio del camino y otros al final. Ambos son mucho más grandes que los galpones que fijan mi atención. Pero ambos no tienen la perspectiva, cercanía al camino, árboles en hilera, ataduras sentimentales e historias que tienen los galpones que están apenas cruzo la ruta seis. Hoy por suerte los vi otra vez después de varios días de pensar en ellos. Y ahí siguen. Ahí están quién sabe por cuánto tiempo más.
martes, 15 de septiembre de 2020
El filo de las cosas
Estamos en el filo de cosas
que ahora esparcidas
ruedan hacia el mar.
Ese mar suena en la lejanía.
Nosotros, alrededor del fuego,
viéndonos por momentos las caras,
rozándonos apenas, hablamos
de las desgracias y la suerte
mientras las cosas no paran de rodar.
domingo, 13 de septiembre de 2020
Aquellos escritores
Un espacio de luz en la orilla
en la parte donde cerca y más arriba
los gallos duermen a la espera del día.
De eso habla, supongo,
lo que reverenciábamos.
De la fuerza impalpable sobre el mar.
viernes, 11 de septiembre de 2020
Dos días
Ayer estuve con mi hijo frente al campo,
con las bicis acostadas, sentados, nosotros,
y los pinos detrás aullando con el viento.
Y hoy estuve hablando con un amigo,
frente al río, fijo en el sol yéndose,
con el agua bajando hacia el mar.
Son cosas que vale la pena anotar.
miércoles, 9 de septiembre de 2020
Acumulan años
El tiempo pasa rápido,
cada vez más rápido.
Cuando éramos jóvenes,
ese tiempo era más lento.
Una curva suave
entre las montañas
que después se volvía
más pronunciada
y, casi enseguida
dejaba ver
un valle.
lunes, 7 de septiembre de 2020
La noche amada
La noche se acercaba cuando salí por el campo.
La noche amada y querida por los que alguna vez
tuvieron la oportunidad de ir por la oscuridad y el silencio.
La noche, decía, esa noche, se acercaba por todos lados
hasta que mi cuerpo estuvo tan oscuro como ella.
No había ruidos cuando pasó eso.
Los pensamientos por fin aparecían con su forma.
Y los suaves pasos lograban que una a una
las estrellas aparecieran mientras permanecía
acostado en la tierra, al costado de la ruta,
feliz porque ningún auto pasaba.
domingo, 6 de septiembre de 2020
Así veo el mundo
Me gustaría hablar de algo conciso y útil alguna vez, pero es difícil porque en realidad es un tanto resbaladizo el mundo, y por supuesto uno anda por ese mundo y, con los años, ya ha tomado nota de la falta de entereza que, en definitiva, tiene para enfrentarlo. Es decir, es muy difícil sostener algún tipo de inspiración, de bienestar, o de un mínimo tranco que nos permita ver lo que tiene ese mundo de bondadoso. En especial, porque el mundo, es sabido, no es bueno ni malo. Negro ni blanco. El mundo básicamente no tiene ningún tipo de atributo moral o ético. Se hace a su propia manera y según esa manera duerme y se despierta, día tras día. Y según esa manera deja ir y venir a sus criaturas.
Y a nosotros, por otra parte, nos toca darle algún tipo de lustre, sentido o historia. Algo, lo que sea que nos justifique. Lo que sea que nos distinga frente a la enorme porción de indolencia que tiene lo que permanece enfrente.
viernes, 4 de septiembre de 2020
A lo lejos
Dormís en una cadena de sueños.
Tienen que ver con tu historia, tus miedos,
la fuerza que necesitas ahora y en el futuro,
la razón de muchas otras cosas que solamente intuís.
Hay animales en las praderas en los sueños.
Hay sauces y álamos detrás de los juncos.
Patos que vuelan. Fuertes vientos.
Pastos en los rincones de las partes más lejanas
y una forma de decir las cosas que persiste
en tu mente. Maneras de recordar la isla.
miércoles, 2 de septiembre de 2020
Más acá o más allá
En realidad seguimos en esta situación de aislamiento, pandemia e incertidumbre que tanto malestar y a la vez tantos desafíos, y a su tiempo tantas alegrías, nos ha traído. Es decir, vemos todas las noches series, vemos en el día chimeneas a lo lejos, árboles, vemos el cielo gris y después despejado, volviéndose de un celeste casi azul, vemos eso que tantos años, tantos otoños, inviernos, primaveras y veranos no pudimos ver por estar comprometidos con el tipo de rutinas que tienen que ver con ciertas seguridades que, por supuesto también, no aparecían demasiado creíbles, y de ahí se deriva nuestra angustia por más que estábamos, supuestamente, firmemente amarrados a ciertas estructuras conocidas.
Todo era bastante falso en nuestros días y peor: en nuestro años, en nuestras décadas y más décadas que se han apilado para después -qué triste decirlo- ir a parar bajo tierra húmeda con vista privilegiada a una lápida. Hemos sido de alguna manera engañados por nosotros mismos. O mejor dicho: hemos sido engañados por la porción de nosotros mismos que pertenece de manera irreductible a un sistema porque esa pertenencia -y en esto tiene razón debe decir- es la única forma, es la concesión por excelencia, que debemos a hacer para tener ese tipo de cordura que nos hace acercarnos unos a otros y darle combustible al sistema, ése que después nos absorbe.
martes, 1 de septiembre de 2020
Gotas sobre el techo
Caen las gotas sobre el techo.
Llueve, soy feliz. Estoy tranquilo.
Las cosas se acomodan a los espacios.
Ya no hay más pretensiones en esta comarca,
ni la que sigue, ni en cada una de las
estaciones que dividen el planeta.
Los seres que antes trabajan, ahora duermen.
Los cantos que antes debían ir por la tierra
ya no se escuchan. Ya no hay un deber.
La felicidad llegó.
Ya los niños de las casas prefabricadas
duermen o juegan en sus tan queridas camas.
No voy a pensar más en el paso del tiempo o en la muerte.
Voy a ser un animal frente a la lluvia en su cueva.
Aleluya
Estuve por varios barrios ayer. En realidad, debo explicarme mejor: primero fui a nadar a mi club cerca del río y disfruté bajo un sol tod...
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