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martes, 2 de diciembre de 2025

La piedra rojiza

 

Apenas salgo del predio del hotel, tomo el camino que baja a mi izquierda. Día de sol templado. Viento leve. Miro los árboles atento a los pájaros. Como tantas veces, intento focalizarme en lo que pasa sin pensar. Tengo a mi derecha la prefectura, luego unas garitas que dentro de un mes, cuando se inaugure una balsa para autos que está en la costa, funcionarán como puntos de la aduana. 

A partir de ese punto la calle baja de manera pronunciada. Nadie a la vista. Al salir de una curva en la bajada, veo un riacho que va hacia el río; luego descubro una camioneta con dos prefectos parados al costado junto a la orilla. Los saludo. Uno de ellos es morocho y el otro rubio de ojos celestes. Se me ocurre que tal vez sea descendiente de polacos. Me pongo a mirar el río a mis pies. Hay una lancha de madera para pasar a pie. En letras blancas, sobre un fondo azul, dice Romina. Tiene unos salvavidas colgados del techo. Calculo que pueden entrar unas diez personas. Nadie más a la vista. Tomo una piedra del agua y me la guardo en el bolsillo. Miro un poco más hacia la orilla de enfrente. Hay cañas enormes del otro lado y árboles en las laderas de unas colinas donde no se divisan casas; apenas unos plantíos en las cimas. Los prefectos a unos metros conversan por oleadas. El rubio le explica al otro que una mujer le tomaba el pelo preguntándole si era modelo. No entiendo bien el contexto. Solo alcanzo a escuchar que el otro prefecto le dice: "Esas cosas, cuando me pasan, me entran por un oído y me salen por otro". Cómo quisiera tener ese talento. Me pregunto cómo se puede lograr. Pero no llego a nada. Saco de mi bolsillo la piedra y la miro. Como tiene un poco de barro, la limpio en el río. Un color rojizo sale de ella y se pierde en el agua. Un evento simple que necesitaba. 

La piedra rojiza

  Apenas salgo del predio del hotel, tomo el camino que baja a mi izquierda. Día de sol templado. Viento leve. Miro los árboles atento a los...