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jueves, 4 de septiembre de 2025

Ojalá

Ojalá algún día pueda darle a la vida el sentido que encuentro en la teoría. Uno sabe lo que debe hacer: lo dicen el Evangelio, los estoicos, Buda, Mahoma. El problema es la práctica. Mil veces me lo he dicho: debo valorar lo que tengo, que es abundante. Sin embargo, siempre encuentro los motivos para no estar en paz. Tal vez porque mi ambición supera la realidad y un deseo más grande me arrastra, me coloca en la fila interminable de lo que sigue. Algunos deseos los alcanzo; otros no. Y aun los que alcanzo solo me traen un sosiego breve, mientras el tiempo corre y los deseos se amontonan. Viajar, conocer el mundo, por ejemplo. No sé de dónde viene ese impulso —si lo impone la familia, la sociedad, o si surge de un rincón verdadero. Lo cierto es que la ambición más grande, como un buitre enorme arriba, siempre se impone.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Los expedientes

Me encantaría encontrar respuestas: ¿por qué estoy en esa oficina de un cuarto piso frente al palacio de Tribunales desde hace más de treinta años? ¿Por qué miro cada día también ese mismo piso del palacio donde funciona la Corte Suprema de Justicia? Cuando me acerqué a este mundo, a mis dieciocho años, recién salido del colegio y ya trabajando en la Procuración General de la Nación, iba a ese cuarto piso a realizar gestiones para mi entonces jefe. Tomaba el ascensor reservado a los funcionarios de la Corte, el de la izquierda en el gran hall de entrada —porque el de la derecha era solo para los Ministros— y subía directo, sin puertas intermedias, hasta desembocar en ese espacio que representaba para mí una corte más bien inquisitiva, donde se tejían destinos. Todo eso me atraía con una fuerza que supongo es el origen de mis treinta años en la oficina de enfrente donde tengo esculturas y cuadros que pretenden equilibrar los miles de expedientes que me acarrean una responsabilidad enorme que siento necesaria por motivos que todavía no descubro. ¿Por qué sigo junto a los tediosos grises, atrapados en estructuras vetustas y claustrofóbicas de ese palacio?

martes, 2 de septiembre de 2025

Los presocráticos

Quiero escribir mi vida como los presocráticos, con ese nivel de asombro, de pureza por los elementos de la naturaleza, por el cielo, los pájaros. De ese modo espero sumar mucha alegría a mi vida mientras camino por el campo. Ese placer que sentí de niño al descubrir el agua, el hecho de tener de algún modo un cuerpo y saber que había pensamientos en mi cabeza que se unían de un modo extraño con los animales. Incluso con los que podía tener de plástico flotando en el agua caliente de mi bañedera. Recuerdo bien ese baño de mi casa de niño y adolescente. Creo que ahí tenía un santuario. Debo recuperar eso. Debo recuperar el placer del agua caliente en mi cuerpo hasta que se arruguen las yemas de mis dedos. Eso es el placer por sobre todas las cosas. El cuerpo feliz, calmo, en el calor supremo del agua y los animales alrededor pidiéndome jugar desde distintas tramas que se podían conjugar sin que uno lo pensara. Sin actuaciones de ningún tipo. Solo había un hilo que había que tirar y la escenas se sucedían como en un parque de atracciones personal.


lunes, 1 de septiembre de 2025

En la penumbra

Debo dejar las supersticiones de lado y juntar fuerzas para contar esto: iba con mi hijo por la rambla que tiene este lugar. Era de noche, estaba fresco, había viento. Caminábamos de forma animada hablando de cosas sin importancia. Asuntos vinculados al mundo del futbol. A nuestro equipo. Cuestiones que interesan mucho a mi hijo y que de algún modo se han colado en mis intereses. A nuestra izquierda estaba el mar, y a la derecha unos restaurantes. De pronto, había una pérgola y bajo la pérgola pude entrever un hombre joven, de origen afro, que fumaba, solo y me pareció que impávido, un cigarro de marihuana. Pasé junto a él sin mirarlo demasiado para no incomodarlo. Seguimos camino y con mi hijo unos cuantos minutos después nos detuvimos frente a banco que mira el mar y también estuvimos un buen rato sentados contemplando el agua oscura, unos pocos barcos de pescadores fondeados, las luces de una ciudad a lo lejos que mi hijo se encargó de buscar en su teléfono y cuyo nombre no terminó de decirme, conversamos un poco más y emprendimos nuestro regreso. Recién entonces, de vuelta bajo la oscuridad de la pérgola pude divisar mejor: había una silla de ruedas y este hombre joven de origen afro, que era muy alto, estaba esforzándose por volver a ese lugar. Lo supe ni bien vi sus primeros gestos y la magnitud del esfuerzo que tenía por delante, en esas calles con piedras desparejas y veredas poco amigables a su silla de ruedas, toda su realidad se me representó de una forma tremenda y muy bien imaginada: su vida, su limitación permanente, supuse, un momento trágico, un hecho desconocido por mí y muy conocido por él, todo estaba inmediatamente después de ese cigarro de marihuana que él fumaba en la penumbra, según me pareció entonces, de forma impávida.  

Ojalá

Ojalá algún día pueda darle a la vida el sentido que encuentro en la teoría. Uno sabe lo que debe hacer: lo dicen el Evangelio, los estoicos...