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viernes, 31 de octubre de 2025

Cataratas

 

Cena en el hotel. Una pareja de personas mayores lee el menú durante un largo rato. Nosotros pedimos una entrada y un plato principal. Ambos llegan juntos, después de bastante espera. Así son las cosas por acá: descontracturadas, informales y, sobre todo, matizadas con sonrisas.

Me regalan una copa de vino. El trato con la moza es feliz. Estoy bien con mi hijo. Hablamos de los posibles resultados de las elecciones que se celebran al día siguiente. No sabemos mucho; coincidimos. Tampoco nos importa demasiado: tenemos cierta consciencia de cómo actúan las franjas de poder para captar voluntades, y creemos que con nosotros no lo logran.

Dormimos agotados y temprano. Por la madrugada se larga una tormenta. Disfruto el ruido del agua. Amanece y escucho el estruendo de unos pájaros enormes, fantásticos.

Por fin puedo dormir un poco más. Desayuno y partida a las cataratas. Cola para sacar las entradas, ingreso, entusiasmo. Hay bastante gente: entre ellos, una pareja que se abre paso, una francesa impetuosa que arrastra a su compañero y quiere avanzar más rápido que los demás.

Las cataratas tienen un caudal excepcional estos días. Es placentero concentrarse en el agua justo cuando se prepara para caer con vértigo. La vegetación y los pájaros acompañan. Por los senderos se ve mucha gente, y sin embargo hay un clima de hermandad. Los que pasan en lancha a lo lejos saludan; lo mismo cuando subimos al tren. Unas mujeres africanas saludan con cierta levedad a los que van por el andén. No terminan de dar rienda suelta al impulso de mover las manos. Supongo que por pudor.


jueves, 30 de octubre de 2025

El niño Florian y mi hijo

El joven que nos gestiona el alquiler del auto termina siendo una suerte de amigo. Joel Esteban nos dice que se llama. Curioso nombre. Hablamos un poco del hecho de tener un segundo nombre y de encontrar gente con el mismo nombre que uno. Bromeo que a mi homónimo me lo voy a encontrar en algún punto de este viaje. Cuando eso ocurra, te voy a mandar una foto de los dos, le digo. Sonríe. Es un joven sano, afable, alegre. Al menos en la dimensión que puedo atisbar.

Llegamos al hotel donde también nos recibe un hombre afable. Christian. Serio, dedicado, algo histriónico. Nos muestra la habitación inmersa en la selva. Nuestros vecino son una pareja con un hijo de dos años, calculo. Un niño mimado que recorre más tarde las mesas en busca de atención, cariño, saludos, no está claro qué busca. Tal vez lo suyo sea curiosidad. Asombro. Todo lo que con los años perdemos de manera dramática. Florian se llama, y me cae bien a pesar de sus gritos. El padre va detrás. 

Con mi hijo las cosas discurren bien porque es un ser sabio. Tiene una serenidad y una templanza que convoca a disfrutar de su compañía. No tiene modos bruscos o altaneros. Y si los tiene, suele ser consecuencia de un comportamiento injusto de un "otro". Su filosofía de vida está basada en la ecuanimidad, de algún modo. Un centro que lo mantiene iluminado.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Alquiler del auto

Vamos a buscar el auto de alquiler en el aeropuerto. Un joven me dice que no hay reserva a mi nombre. Había una, pero fue tomada. ¿Alguien usó mi nombre? No está claro. Primero debe atender a un peruano insistente y poco educado. Un hombre que tiene aspecto de un topo grande y desvencijado. Por fin, me atiende y averigua. Había dos reservas a mi nombre. Cuando una persona más temprano dijo mi nombre, se le dio un auto y se canceló la segunda reserva. Otra persona tiene mi nombre, por lo visto. Me muestra el joven la copia del documento de mi homónimo. Al menos, tiene un segundo nombre, pienso. No sé llama exactamente como yo. Una ridiculez que me calma. El segundo nombre no es común, es el de un primo mío no obstante. Un primo casi de mi misma edad. También estudió derecho, pero, al menos en mi cabeza, se inclinó por un camino más escarpado que el mío. No sé qué significado profundo tiene lo que cuento. Del mismo modo que no sé qué significado tiene ese primo dentro de mi historia. Podría ensayar varias hipótesis, pero estaría forzando las cosas. 

martes, 28 de octubre de 2025

Buenos Aires Iguazú

Vuelo Buenos Aires Puerto Iguazú. Me cuesta abandonar mi hogar, mi zona de confort, el centro conocido en donde suelo sentirme encerrado, pero menos incómodo que de viaje. 

Agradezco sin embargo haber llegado a este lugar selvático. Esta vez con mi hijo. Vine con él cuando tenía tres años. Ahora tiene diecinueve. Dice que no recuerda casi nada. Yo también tengo enormes lagunas. Recuerdos salpicados, intermitentes. Lo mismo con el resto de mi vida. Los días están para ser olvidados. Tienden a eso. Solo se pueden rescatar instantes. 

Nos llevó quien oficia de chofer en el hospital donde yo trabajaba. Un hombre que le gusta hablar mucho y de buen corazón. Siempre viajo hacia el aeropuerto con él porque las rutinas me calman. 

Nos informan que hay demora en el vuelo. Unos niños gritan a nuestro lado. Opto por mudarme al otro extremo del espacio. No hay caso. Los niños pronto están cerca de nuevo. Corren a los gritos sin límites. 

Vuelo agradable, pero con molestias inéditas. Una mujer detrás mío me pide que no recline el asiento; le quita espacio para sus piernas, argumenta. Otra mujer, a un costado, no para de golpear el suelo con sus piernas mientras escucha música con sus auriculares. Me resulta irritante su aspecto, su aura. A veces me pasa. Detecto algo en mi cabeza. Señales que me dicen cosas. En este caso, sus gestos y su aspecto físico, delataban que no era de mi agrado. Después, ocurrió el episodio de golpes frenéticos en el suelo. Resultado: no pude dormir.

Pero todo se encamina cuando llegamos a Puerto Iguazú. La gente suele tener un tono reposado, amable. Congraciado con la vida. Justo lo que necesito.

domingo, 26 de octubre de 2025

Día curioso.

Día curioso. La secuencia fue así: Le dictaba a mi celular en la esquina de mi oficina, antes de cruzar la calle, cuando un motociclista, con el semáforo en rojo y sin casco, avanzó con una mujer atrás que intentó arrebatarme el teléfono. Por suerte, retuve el celular y luego la patente; solo las letras, porque los números estaban borrosos. AVT alcancé a ver. Después, corrí hacia ellos, Pero no los encontré. Opté entonces por tomarme un taxi a ver si los encontraba. Pero en vano. Solo rescato la charla con el taxista. Días atrás, me dijo que vio un episodio similar a una cuadra de mi evento. Este país tiene gente desgraciada o muy noble, le comenté. Se vive en los extremos. Una creencia absurda que mantengo porque necesito sostener una fantasía para crear realidades paralelas. Detrás está la imposibilidad de aceptar un escenario tan complejo y extenso que me resulta imposible de comprender. 

viernes, 24 de octubre de 2025

Lo excitante

Estuve en el taller y volví a pintar arriba de varios cuadros, unos once. Algo se soltó en mi pintura. Había una conciencia de antiguos maestros venecianos, que estaba en algún lugar y que de pronto vino a mí. 

Llego, con el final de cada jornada de trabajo, al espacio que tengo junto a un patio, donde escucho los pájaros y levanto la cabeza solo para ver un espacio de cielo. No me importa. Priorizo los colores, que se han desatado con sus pigmentos y sus tonalidades, en pos de alcanzar una realidad más alta que todavía no comprendo. Y eso es lo excitante. 

jueves, 23 de octubre de 2025

El ser eterno

Estaba en mi despacho, entró mi padre, hablamos de algunos temas de trabajo y, de pronto, cuando le comenté que un tapicero —llamado Ángel— me había dicho que todavía no lo había contactado, todo terminó mal. El tema fue así: días atrás, le había dicho a mi padre que sería una buena idea que se comunicara con Ángel, un buen tapicero, para que le arreglase un par de sillones que tiene en su oficina en un estado poco lúcido. Como me respondió que le interesaba arreglarlos, les saqué fotos y las envié a Ángel junto con un mensaje pidiéndole un presupuesto para la realización del trabajo. También le avisé que mi padre se iba a poner en contacto con él. Acto seguido, le escribí a mi padre para contarle que ya le había pedido el presupuesto a Ángel y que, de ahí en más, él debía seguir con el tema, si le interesaba. El problema es que, como tantas veces en el último tiempo, mi padre me dijo que no había entendido eso. Volvió sobre mi mensaje e insistió en que no era claro. Su veredicto es falso. El hecho en sí me ha llenado de bronca. Si hay algo que no tolero es la mentira descarada —algo que bastantes personas toleran—. Aunque, en verdad, no sé si se trata de una mentira de mi padre o si realmente cree que mi mensaje tenía el significado que pretende asignarle: que yo iba a recibir el presupuesto y luego se lo iba a pasar. No sé qué pensar. Supongo que mi padre se encuentra en un estado de confusión y que mis recursos a favor de la compasión están fallando. Mi talento compasivo es bajo y, ahora más que nunca, esa pobreza se pone en evidencia. Lo peor es que —caigo en la cuenta— todo este rigor lo he mantenido conmigo mismo desde un tiempo remoto, antiguo, en mi ser eterno.

miércoles, 22 de octubre de 2025

La mujer de vista

Me levanto poco antes de las seis de la mañana con una fuerte contractura, producto de un asunto de trabajo que se complicó por la impericia de mi padre. Pero no es tan así. No quiero hacer ciertas cosas y se las pido a él, que hace lo posible. Es todo un gran sinsentido basado en la necesidad de realizar acciones “productivas”. Los dos estamos encerrados en esa cuestión, así como casi todas las personas en este planeta. Las acciones deben ser útiles. Luego, algunos pocos, desde ese bienestar, pretenden llegar a un avance espiritual. Pero no es fácil. Por lo pronto, me levanté a mirar el cielo: tenía algunas nubes y había mucho viento. El día de primavera perfecto. Pero un día más tendría que enfrentar los escollos que encuentro a diario en la oficina para lograr bienes. Y eso hice. Después, en mi taller, una mujer me golpeó el vidrio y me preguntó si yo vendía los cuadros o daba clases de pintura. Le dije que ni una cosa ni la otra, que pintaba por placer. La mujer lanzó una exhalación de satisfacción, me felicitó y se fue. Me quedé pensando qué haré con mis cuadros. ¿Debería regalarlos a quien los quiera? ¿O intentar venderlos para no tener que ir más a la oficina? ¿En ese caso todo sería mejor? ¿Si ganase mucho dinero estaría mejor? ¿Se puede estar realmente muy bien en la vida? ¿Es justo pretender tanto? 

lunes, 20 de octubre de 2025

La silla

Me levanté nueve menos cuarto. De eso me acuerdo perfecto, miré el reloj. Pensé que había dormido bastante bien. Sueños intensos, como siempre, que me llevan a escenas que no podría traer a la luz. Tienen una intensidad tan grande y por lo tanto tan real que me han hecho pensar que dormir me genera cierto miedo por la inmersión que supone en mundos demasiado extraños. Desayuné con mi pareja cerca de las once, atento a las plantas moviéndose apenas en el balcón. Era un día de sol de unos veintidós grados, el tipo de clima que genera una felicidad innata. Poco después fuimos a comprar almohadas a un local que queda a pocas cuadras de nuestra casa. Ahí sucedió el hecho tan particular y tan inexplicable como los sueños. Me senté en una silla de metal con cuero negro a esperar que el vendedor le mostrara unos acolchados a mi pareja y, en esa posición y en ese lugar, sentí un placer fuera de serie. El diseño de la silla, la manera como recibía a mi cuerpo, su orientación, todo era de una calidad infrecuente. Un bienestar tan grande había en esa silla que no recuerdo una experiencia igual.

domingo, 19 de octubre de 2025

La osteópata

 Me subí al auto para ir a la osteópata que me había recomendado mi hermana. Treinta minutos de viaje. El Waze me hizo pasar por calles que no conocía, de un barrio residencial que me hizo pensar que había viajado a otra ciudad. Delicias de las máquinas. Bastante tráfico, pero llegué en horario. El edificio era nuevo, con un portero eléctrico confuso en relación con sus símbolos. Solucionado el asunto y convencido de que no tengo una inteligencia considerable para esos temas, me recibió la profesional en una oficina que irradiaba paz: música de pájaros y un piano de fondo, aromas placenteros y vistas a árboles altos y frondosos. Todo limpio y yo feliz. La mujer me pidió que me quitase la ropa a excepción de la interior y comenzó a trabajar en mi cuerpo. A partir de entonces, entré en una dimensión sanadora. Por primera vez en mi vida se liberó en mí una angustia inveterada y sentí unas ganas tremendas de llorar; supe enseguida que esa angustia tenía que ver con una persona que trabaja conmigo y me recuerda a mi madre por su incapacidad para tener cierto apego a la verdad. Faltas que yo también tengo y que no quiero ver en toda su magnitud. De manera que ahí están ellas, mostrándomelas con grandes carteles que siempre he elegido ignorar, convencido de que se trata de conductas muy distintas a las mías, cuando en realidad no son tan diferentes.

sábado, 18 de octubre de 2025

Un viernes como tantos

Un viernes como tantos de los que tengo memoria, aunque estuvo mejorado. Fui a la misma oficina de siempre, pero esta vez almorcé en un restaurante donde tengo un amigo —el dueño—. Antes, estuve frente a la plaza tomando un café con mi padre; esta vez hablamos de las maravillas arquitectónicas que nos rodeaban y de las tres plazas contiguas, con árboles inmensos de especies variadas. Al terminar mi jornada fui a ver un remate de arte y luego a pintar a mi taller. Por fin visité a mis suegros con mi pareja y hablé con mi suegro de una manera afable. Ya no siento el encono que a veces me perseguía, sin el menor sentido, como si quisiera demostrarle su supuesto egoísmo. Cené con mi pareja e hijos y ahora escribo esto mientras escucho la fuente más abajo; lo demás está quieto. Quisiera reducir el tiempo que paso frente a la televisión a la mínima expresión. Días atrás charlé con un hombre que dedica su vida a dar seminarios sobre Borges. Me dijo que no tiene tele en su casa y me pareció que debía de llevar una vida más silenciosa que la mía, pero se debe tratar de una fantasía más de mi parte. En la charla se me ocurrió decir que quien nos presentó era una buena persona y que, por lo tanto, era sabio. El especialista en Borges optó por contradecirme: se refirió a que el papa argentino era bueno pero no sabio, y terminó dando razones políticas para fundar su juicio. Conocía bien las obras de Kierkegaard y de Spinoza, pero a la hora de la verdad se enfrascaba en situarse en la orilla del bien para despotricar contra los que hacen el mal. Espero estar lejos de esas playas.

viernes, 17 de octubre de 2025

El valle de los templos

Día con una intensa lluvia desde el amanecer. Son la una y treinta y ocho de la tarde; veo el fuego en la parrilla. Planeo un asado a pesar del tiempo. Quiero disfrutar el ruido de la lluvia golpeando las plantas, el techo de chapa. Es que los sonidos se repiten con gracia, como parte de una melodía que acompañan los pájaros.

Mientras encendía el fuego me puse a pensar en mi vínculo con esa oficina en el cuarto piso frente al Palacio de Tribunales. Allí trabajaron mis dos abuelos  paterno y materno—. Dos figuras muy diferentes. Lo mismo mi padre y mi madre. Mi padre, práctico, terrenal, conciso, algo árido, falto de aire. Mi madre, etérea, soñadora, volátil, impredecible. Desequilibrada.

Con ellos me tocó hacer mi vida. Tal vez ya la tengo tan realizada que sus particularidades cada vez quedan más lejos mío, como si finalmente no importaran. 

jueves, 16 de octubre de 2025

Una noche

Estaba en un mundo feliz. En lo alto, en la oscuridad, frente a otros edificios que eran como pinos diseminados por un bosque de concreto. Abajo, como una vertiente, había una fuente. El mundo giraba de nuevo. No existía más que la noche fría y calma. Me puse a mirar por la ventana. En un instante, a la distancia, pasaron dos aviones por el cielo sin nubes.

Todo lo que había generado pérdidas y tristezas se había ido del mundo. No por arte de magia, sino por un proceso que esa noche el ruido del agua festejaba.

miércoles, 15 de octubre de 2025

Desde muy niño

 A pesar de la persona que ayer me había enviado un mensaje molesto, y no obstante el reflector impactante que alguien había puesto en una terraza, casi enfrente de mi departamento, estaba bien, había dormido de un tirón casi, el día era soleado, fresco. Estaba en la mitad de la primavera. Para las diez de la mañana ya había hecho mucho: corrección de una novelista, una entrada en el diario, lectura de los diarios, y asuntos de trabajo. En mi vida lo mismo: una familia, un matrimonio feliz, muchas adversidades superadas desde niño, desde muy niño, en una plaza cercana a mi casa de entonces. Había muchas personas extrañas por ese barrio donde todo era opresivo. Los edificios unos con otros. Las avenidas llenas de tráfico, de humo y sobre todo de ruidos torturantes. Nada que ver con los días en que pasabas en la casa cercana a la playa de tu abuela. En esa casa las flores en el verano estaban en su dimensión más feliz. Erguidas a la espera del sol, y más tarde del agua de los regadores que tu abuela se encargaba de prender sobre las nueve de la mañana. El ruido que hacían esos regadores era un golpe seco continuo y predecible que dejaba sentir la fuerza del agua. Y el agua brotaba, decía lo suyo.

martes, 14 de octubre de 2025

El misterio

Me desperté a las nueve de la mañana después de dormir atento de alguna manera a la posibilidad de sentir la bocina de un auto que pasa a buscar a los hijos de mis vecinos. Me fastidia que no usen otro método de comunicación para avisarle a los niños que deben salir de la casa. Pero prefiero evitar, en lo posible, entablar una conversación con mi vecino; ya me ha demostrado que se maneja con parámetros muy diferentes a los míos y por lo tanto no tengo ganas de adentrarme en una dialogo que, hasta lo que podido constatar, está lejos de mi eje. Sé a esta altura de mi vida que todo esto que digo es bastante relativo porque todas las miradas ética lo son, pero me quedo con la mía y sostengo mi decisión de evitar en lo posible entrar en cualquier tipo de vínculo con ese vecino. 

El día desde el inicio advertí que era glorioso. Soleado, fresco, la primavera en su plenitud; del mismo modo estaban los pájaros. Exultantes, lo mismo las plantas, las nubes incluso parecían más blancas y el cielo de un celeste pletórico. El día transcurrió muy en ese tono, aunque matizado cada vez más por una necesidad, que tengo muy arraigada, de sumergirme en algún tipo de obligación que me permita justificar mi tiempo. El trabajo para eso es ideal. Me dediqué entonces a trabajar suponiendo, como siempre, que ese impulso me dará algún tipo de expiación. También me di el tiempo para pintar. La pintura en el último tiempo alcanzó un grado de amor notable. Lo siento ni bien tomo el pincel y reparto los colores -y ellos se unen- en la paleta y después en la tela, y de algún modo me muestran la posibilidad que tienen den generar un espacio impredecible que  se va develando en un sentido que no obstante los avances mantiene un grado enorme de misterio. 

lunes, 13 de octubre de 2025

Gracias al viento

 

Mi día: me levanté tarde, once de la mañana; dormí mal debido a una fiesta en la esquina de mi casa. Me acosté en un cuarto y amanecí en otro. En el medio, busqué el mejor lugar para evitar el estruendo. Un arte que he perfeccionado bastante. 

Ni bien me levanté, vi que el día estaba nublado y con viento. Un día de primavera frío, aunque no tanto, y con la certeza de que pronto va llegar el calor según lo demuestra el verde del paisaje que miré con felicidad. Un perro sin embargo ladraba más o menos cerca y eso me descoloco por un tiempo. Pero ni bien el calló la paz regreso a mi cuerpo. Todavía no sé cómo voy a ser capaz de separar mi paz de la de mi entorno. Hoy por hoy me resulta un desafío imposible. 

Desayuné tarde y me puse a hacer un fuego; enseguida salí de compras al pueblo. En ese momento, ahora que recuerdo, lloviznaba. También tengo en claro que a mi vuelta otros vecinos celebraban a los gritos los juegos de unos niños. Cuándo me olvidaré de los ruidos a mi alrededor es algo que tampoco logro imaginarme. Del mismo modo que tampoco me imagino cómo podría pasar por alto el canto de los pájaros, el sonido del agua y tantas cosas como ser el vuelo de una grulla. Cosa que vi al final de la tarde cuando volvía con mi pareja y nuestra perra de visitar la capilla que está en el espacio verde al final de la calle. Habíamos cortado un poco antes con mi pareja unas ramas de eucaliptos medicinales que precisa para una muestra de arte que planea en pocos días. Cerca de las seis de la tarde, me preparé un café y, tal como temía, me aceleró. Lo noté cuando me acosté boca arriba en el suelo junto al filtro de la pileta a ver el cielo y escuchar el canto del agua. Había nubes en el cielo y pronto sentí las primeras gotas. Entonces decidí volver al gimnasio. No ejercité mucho tiempo esta vez, apenas media hora, lo suficiente para adquirir cierto cansancio útil para más tarde descansar, cosa que ahora espero hacer cuando han pasado más de treinta minutos de la medianoche y afuera el viento mueve con fuerza los árboles. Mañana se pronostica un sol pleno gracias a ese viento. 

domingo, 12 de octubre de 2025

Días felices

 

Desayuno cerca del sol y primer baño en la pileta de la temporada. Pude nadar incluso porque no estaba tan fría el agua. Fui y vine por la pileta atento a la coordinación de mi cuerpo. El agua se dejaba tocar y más que nada me dejaba flotar. Asado de almuerzo. Antes fui al pueblo a comprar la carne, las frutas y las verduras. En el supermercado chino, me quejé por la gran cantidad de polvo que había en las botellas de vino. En la verdulería estuve ocurrente con mi amigo Johnny. No llevé casi dinero. Le pagué con una transferencia ni bien llegué a mi casa y le envíe un mensaje. Me agradeció. Me aprecia sin duda. Escribí y corregí una novela que intento terminar hace más de quince años. Creo que hoy la terminé y, por un momento, incluso lo festejé. Planeo festejarlo mucho más, si mi alma mi acompaña -creo que lo hará-. Dormí la siesta de una manera pesada, contundente, feliz. 

Al despertarme, fui junto a la pileta y prendí el filtro. Quería escuchar el ruido del agua. Después, fui hasta el final de la calle, al espacio verde que tiene un capilla reducida, y me senté con mi perra a meditar. Solo por contados instantes me concentré en los pájaros. Por instantes, los proyectos laborales me abordaron. Al fin, pude sortear esas oleadas y volví a los pájaros sentado en los escalones de la capilla, y me sentí igual que un sabio en una película japonesa; estuve absorto en el acontecer del mundo. De regreso en mi casa, me tiré boca arriba junto a la pileta, donde todavía trabajaba el filtro, a mirar el cielo. Cayeron gotas y pronto estaba lloviendo con fuerza. No estaba pronosticada esa lluvia. Vino de la nada. Cuando amainó fui al gimnasio en bicicleta. Hice remo por cuarenta minutos y estiré un poco mis músculos. Ni bien se fue el señor que estaba conmigo, pasadas la nueve de la noche, me tiré boca arriba en el piso a mirar el techo del gimnasio y fui feliz en ese instante. 

De vuelta a mi casa, me asaltó un pensamiento dañino que pude sortear bastante rápido. Me puse a cocinar y, cuando salí a mirar el cielo, sentí el estruendo de una fiesta. Corroboré el dato: había una fiesta en una casa ubicada en la esquina, a buena distancia. De todos modos, el estruendo me invadió y todavía me invade. El gran avance en mi vida es que esa molestia me importa un poco menos que antes. 

sábado, 11 de octubre de 2025

La nieve caía

 

 

 

Frente a ella tus palabras 

no alcanzaban a transmitir 

lo que buscabas y así 

pasaban los meses y los años. 

Las intuiciones e ideas 

no llegaban a adquirir 

forma sobre los días. 

Los fines de semana

había paseos, a veces 

espectáculos infantiles; 

después se decían buenas 

noches y callaban.

 

 

Hasta que una madrugada, 

los árboles estaban quietos 

y la nieve caía. 

¿Dónde estarían los pájaros? 

Seguiste mirando por la ventana

como si pudieras encontrar algo.

 

viernes, 10 de octubre de 2025

El agua helada de la orilla

 

Cuando te adentraste
en el agua helada de la orilla
para sentir las pequeñas olas,
mirando el horizonte, pensaste
que si cambiaras tus creencias
el mundo continuaría igual,
con las mismas olas, el mismo aire.
Sin embargo, el mar
a tus pies te pareció diferente.

Ese día al final de la pequeña llanura,
gracias a un manto de nubes,
la playa tenía un ambiente soñado,
pero aún no habías encontrado una respuesta
capaz de tranquilizarte, solo un camino
que debías continuar,
del mismo modo que los días pasan.

 

jueves, 9 de octubre de 2025

Peces atrapados

 

 

Una noche de verano,

con un amigo y los hijos de ambos,

con el mar hasta la cintura,

como no tenían suerte

con los faroles y los calderines,

decidieron usar una red más grande.

Mientras tu amigo extendía la red

de un lado, la orientaste del otro,

perpendicular a la rompiente,

a la altura de primeras piedras,

y pronto agarraron unos peces

y festejaron.

Pero, en la orilla,

como los peces estaban atrapados

en las redes y los niños no podían

sacarlos, sin pensarlo dos veces

los degollaste con tus manos.

Los niños te miraron horrorizados.

En tus manos, la sangre salada

parecía traer de regreso

algo que nunca se había ido.

lunes, 6 de octubre de 2025

Acrópolis

 

Aún te creías capaz de realizar 

un progreso importante.

En tu infancia, 

un lobo marino se acercaba 

a tomar los peces 

que ponías en la explanada 

para conquistar lo fuerte 

a través de lo tierno. 

 

Habías llegado con tus padres 

escapando de un peligro: la dictadura, 

un concepto que de chico no entendías 

en una dimensión concreta. 

 

Esa palabra en tu infancia 

nunca tuvo un alcance preciso, 

solo un dejo siniestro insuficiente 

para equilibrar lo que anda disperso, 

choca y se desune. 

La opción sería unirlo todo

como hace el agua en la bahía. 

Un manto azul alrededor de la península. 

Antes de mirar hacia las rocas, 

respiraste hondo pensando 

que las grandes rocas eran tu acrópolis. 

 

domingo, 5 de octubre de 2025

Había caído el sol

 

En la orilla, veías el mar 

a la espera de una tormenta 

mientras tus hijos jugaban 

a un costado. Pensabas 

en tu padre y en sus éxitos. 

 

Después de todo —te decías— 

es mejor vivir en los márgenes 

sin un logro específico y rutilante.

Fuera de historias que te mantienen

rehén de discursos que alimentan 

sistemas de poder, pero enseguida,

inseguro de ese camino 

te preguntaste si esa falta 

de metas, no era la razón 

de la distancia que ella 

ahondaba una y otra vez. 

 

A ella los años le habían dado 

un empeño terminante. Un sólido 

bienestar a costa de una insensibilidad 

cada vez más grande. O tal vez 

tenía una pasión por su trabajo 

que envidiabas. Cada día, acorde 

a sus logros, ponderaba 

más su profesión 

complacida con un ascenso.

 

Dormías cada vez peor 

implicado en la lucha 

por superar los efectos de una cabeza 

que repetía, no sabías por qué, 

la altiva prestancia de unos caballos 

que habías visto sobre los adoquines 

del centro de la ciudad. 

 

Había caído el sol y mirabas 

la luz del faro de pie en la playa:

desaparece, renace, se comba 

y vuelve a desaparecer.

Parece que late. 

Con tus hijos, descalzo, 

disfrutabas de la suavidad 

de la arena gracias al verano 

mientras ella 

caminaba ajena.

 

 

sábado, 4 de octubre de 2025

Cerca del monasterio

 

A través de unos arbustos oscilantes
viste a dos monjes caminando en silencio.
Te imaginaste su vida.
Como estaba prohibido acercarte a ellos
o al monasterio, despertaron tu imaginación.

Las escenas continuaron
hasta la caída del sol y, después,
ya en la oscuridad, volviste
al pequeño cuarto de la hostería
a buscar lo que llamabas “amor.”

Querías estar bien con los otros,
pero no ocurrió nada,
ni ese día ni los siguientes,
y volviste a tu casa convencido
de que unos meses en la montaña
no eran bastante.

De ese intento pasaron veinte años,
y podría repetirse la misma escena,
solo que ahora te sentías capaz
de caminar por la rambla con tus hijos,
jugar en la playa,
y mientras pateaban una pelota,
sentir que entre ustedes
había un entendimiento.

Caso contrario,
¿por qué tendrían
un código especial para hablar?

viernes, 3 de octubre de 2025

Los barcos

 

Los plumerillos oscilaban
en respuesta a un viento
que volvía a los árboles
algo que bajaba de las alturas.

Los barcos acompañaban
el final de la tarde,
sobre un celeste casi gris.

En el sueño, ella dejaba de ser
una amenaza:
sus modos eran tiernos.
Pero un perro aulló bajo las estrellas,
y despertaste.

Sentado en tu cama
la recordaste con un collar de perlas.
El viento movía su pelo.
Un mar con franjas marrones y celestes
se abría hasta el horizonte.

Recibieron el milenio
en la proa de un barco,
frente al mar.

Sin embargo, como otras veces,
te costó conciliar de nuevo el sueño.

jueves, 2 de octubre de 2025

Lo que anda disperso

 

 Aún te creías capaz de realizar 

un progreso importante…

gracias a que, en tu infancia, 

un lobo marino se acercaba 

a tomar los peces 

que ponías en la explanada 

para conquistar lo fuerte 

a través de lo tierno. 

 

Habías llegado con tus padres 

escapando de un peligro: la dictadura, 

un concepto que de chico no entendías 

en una dimensión concreta. 

 

Esa palabra en tu infancia 

nunca tuvo un alcance preciso, 

solo un dejo insuficiente 

para equilibrar lo que anda disperso, 

choca y se desune. 

La opción sería unirlo todo

como hace el agua en la bahía. 

Un manto azul alrededor de la península. 

Antes de mirar hacia las rocas, 

respiraste hondo pensando 

que las grandes rocas eran tu acrópolis. 

miércoles, 1 de octubre de 2025

El agua helada de la orilla

 

Cuando te adentraste
en el agua helada de la orilla
para sentir las pequeñas olas,
mirando el horizonte, pensaste
que si cambiaras tus creencias
el mundo continuaría igual,
con las mismas olas, el mismo aire.
Sin embargo, el mar
a tus pies te pareció diferente.

Ese día al final de la pequeña llanura,
gracias a un manto de nubes,
la playa tenía un ambiente soñado,
pero aún no habías encontrado una respuesta
capaz de tranquilizarte, solo un camino
que debías continuar,
del mismo modo que los días pasan.

El examen

Optamos con mi hijo por ir a desayunar afuera, justo en la mesa que ocupa el vértice entre la galería de un  costado y mira de frente a la s...