viernes, 31 de mayo de 2024

Qué dicen los pájaros

 

Años después, de vuelta en la ciudad, inmerso en rutinas que no valdría la pena rememorar, una mañana que el viento era frío, desde la explanada de un palacio de justicia, vi en la plaza de enfrente unos niños acariciando un perro de raza indefinida. Sus madres sonreían delante de unos fresnos dorados. Viéndolas a ellas frente a esos árboles, que por momentos perdían sus hojas, me dio ganas de acostarme entre los antiguos tréboles. Entendí que no hay una frase ligada a algo definitivo, que es mejor escuchar qué dicen los pájaros.

jueves, 30 de mayo de 2024

El ángel guardián

 

Y repitiendo una frase, en un recodo de la noche, vi a la tortuga que de pequeña era simpática y al crecer se hizo adusta y me vigila, y a ese animal, que me pareció divino, le pedí ser escuchado por quien permanece en el silencio que ni los perros rompen. O al menos, que sea el ángel guardián que mira el mar antes de que llegue la noche. 

miércoles, 29 de mayo de 2024

La importancia de tener un mantra

 

A partir de ese día, empecé a tallar la piedra. Pero por más trabajo que hacía, la piedra casi no se modificaba. Hasta que mi insistencia generó una pequeña curva, que se hizo cada vez más pronunciada. Con entusiasmo, seguí tallando. Quería cambiar mis hábitos. Hablaba de vivir entre las flores y de la importancia de tener un mantra… 

martes, 28 de mayo de 2024

Y en otro sueño

 


Y en otro sueño, según leo ahora en mi cuaderno, estaba en un museo frente a una escultura en piedra que había hecho de joven. De pie a poca distancia, entre un grupo de gente, al mirarla con detenimiento, descubría defectos en el pulido y eso me angustiaba. Como estaba exhibida, pensaba, no podía mejorarla. 

 

lunes, 27 de mayo de 2024

Dejó de llover y salí al jardín

 

Hasta que dejó de llover y salí al jardín. Desde el sur, comenzaba a soplar el viento. Me quedé quieto. El cielo había cambiado. Dos estrellas, más allá de los robles, se veían casi pegadas. Miré a continuación cerca de mis pies: una fila de hormigas casi me tocaba; recordé así, cuando de joven, en una estación de servicio abandonada, escuchaba el ruido de la ruta fijo en unos plumerillos inmóviles. También en ese lugar las hormigas eran grandes y negras. En mi recuerdo, armaban sus casas con forma de volcanes. Y, como entonces, las imágenes furiosas continuaban: una batalla entre ejércitos japoneses que había visto en un cine del centro de la ciudad. Soldados que pasaban a caballo sosteniendo banderas que con sus colores me reclamaban como señores feudales que piden por sus vasallos. Tonos rojos, bordó, magenta, y después turquesas, y más tarde verdes y azules, y también grises, blanquecinos, y los amarillos que llegan con los pájaros. Mi interés era pintar esas batallas porque las escenas bélicas de la antigüedad me obsesionaban. No podía creer que alguna vez los hombres se hubieran despedazado con espadas. Mis mayores miedos me obligaban a buscar la mayor muralla. 

 

domingo, 26 de mayo de 2024

Intenté meditar

 

Esa noche me levanté ansioso por las pesadillas y fui hasta la galería a buscar un poco de aire. No paraba de llover. Intenté meditar, pero me resultó imposible. Sin embargo, insistí hasta que un relámpago cruzó mis ojos cerrados, y no sé por qué entonces pedí una señal. Algo que demostrase que mis esfuerzos valían la pena. Pero solo siguió lloviendo, así que resignado me tuve que contentar con agradecer eso.

sábado, 25 de mayo de 2024

El mar de noche

 

 

El día de tu partida tus primos, al galope por el empedrado, se perdieron por la bajada. Desde el muelle, los miramos. Y cuando estuvieron lejos, te abracé fuerte. ¿Sueña el pez en el mar oscurecido?, alcancé a preguntarte. El mar de noche siempre será el inicio perfecto para un cuento, respondiste y me miraste.

 

viernes, 24 de mayo de 2024

Esos días

 

Esos días tus padres volvían a organizar los tés de invierno con la chimenea prendida. Supongo que para imitar a tus abuelos cuando años antes leían a los clásicos. Una de esas tardes, recuerdo, subimos al altillo, nos acostamos en el piso de madera y, fijos en la claraboya, vimos cuando apareció la primera estrella, y pronto otra…

jueves, 23 de mayo de 2024

Agua casi dorada

 

Y ahora, gracias a una niebla que envuelve los días de invierno, los caballos se desbocan en mi recuerdo por calles que tienen límites difusos. Un bote reposa en un río con agua casi dorada. Se va la tarde en mi cabeza, pero mi obsesión, fijo en el cielo, pasa por saber cómo arman los patos sus líneas en el aire. 

 

miércoles, 22 de mayo de 2024

Con una voz muy dulce

 

Después, junto al río, vimos a la mujer sentada en las rocas. Peinándose el pelo, cantaba polkas con un voz muy dulce, después de lavárselo. “Debe ser la nueva novia de Anselmo. Trae mujeres de Paraguay...”, dijiste. 

 

martes, 21 de mayo de 2024

Más allá de la frontera

 

Esa tarde de verano, en un paraje cercano al río, entre lapachos amarillos, fuimos por un sendero hasta una playa en cuyo borde había malvones silvestres. Miré el cielo porque en círculos, más allá de la frontera, volaban unos jotes donde unas palmeras custodiaban el río como soldados. 

 

Todo parecía tranquilo. Se iba la tarde y las palmeras se volvían azulinas y por instantes violáceas. 

 

lunes, 20 de mayo de 2024

La nada

 

Ahora en mi cabeza aparecen unas vacas acostadas en un potrero donde hay un mástil en el que nunca vi una bandera. A un costado, montones de mosquitos circundan a un viejo burro. El sol quema tus hombros mientras miramos la escena apoyados en el alambrado. Y más allá, en su casa, Anselmo toma mate al final de la siesta, bajo el alero, mirando como tantas veces la nada...

 

domingo, 19 de mayo de 2024

Un rasgo de imperfección

 

Esa misma noche soñé que estábamos junto a la pileta rodeados de una bruma incipiente. Acostada en una reposera, un viento leve movía las ramas del sauce sobre tu cabeza. Te miré bien: no había en tu cara un rasgo de imperfección, tampoco de soberbia. 

sábado, 18 de mayo de 2024

Tranquilo no me voy

 

“Tranquilo. No me voy”, dijiste. 

 

Así que agradecí esa respuesta. “En el amor la clave es la entrega puntual...”, había dicho poco antes, pero para entonces ningún discurso importaba. Más temprano, en la orilla, veía cómo la línea de mi caña dividía el agua. Con tu rodilla tocando la mía, señalé unos pájaros que bajaban a tomar agua. Son benteveos, dije. Y casi enseguida ocurrió algo inesperado: pescamos un dorado. Está tibio, dijiste, tocándolo cuando salió del agua. 

 

viernes, 17 de mayo de 2024

Esa nube tiene una forma perfecta

 

Mucho antes, en un lugar con grandes ríos y árboles:

 

“Esa nube tiene una forma perfecta”, dije, sosteniendo tu mano. “Es para conocer tu cuerpo”, agregué cuando te internaste en el parral y, rodeada de uvas, mirándote a los ojos, convencido de que no ibas a ceder, te pedí que no te fueras. 

jueves, 16 de mayo de 2024

La tormenta se acercaba

 

Y después, con el sol ido, en el camino de vuelta a la casa, vería el gran olmo donde cerca estarían unos sapitos buscando un haz de luz que los reflejase. Y quiero creer que tal vez dentro de poco tengamos esa suerte. La misma que tuvimos un atardecer en que los pájaros pasaban por el jardín, elegían una rama, trinaban, aprovechaban los últimos instantes. La tormenta se acercaba. 

 

miércoles, 15 de mayo de 2024

Las gaviotas antes de la rompiente

 

Ahora mismo me gustaría ir de nuevo por ese lugar y adentrarme en el campo y caminar hasta los montes de eucaliptus donde crecen pasturas bajo los árboles. E incluso seguir hasta echarme en la arena a escuchar las gaviotas llamándose antes de la rompiente. 

 

lunes, 13 de mayo de 2024

Esa noche

 

Esa noche el aire templado en la noche quieta ampliaba el canto de los grillos. Los plumerillos casi no se movían y el camino de siempre en mi cabeza iba hacia un palacio medieval en la montaña. 

 

domingo, 12 de mayo de 2024

Los perros de Anselmo

 

Esa vez estábamos en la orilla del río a un costado de los silos donde se veían unos juncos. En las cúpulas de chapa unas palomas se posaron en lo alto. A pocos metros, descansaban unos perros mal alimentados. En la orilla de enfrente, unos patos serrucho estaban de pie perfectamente quietos. Hablaste de “pintar un junco hasta respirar el junco” con relación a unos dibujos japoneses que pertenecían a tu abuelo. “Los compró en Asunción de joven”, dijiste. Nos pusimos a divagar sobre el mundo bíblico…. “Es algo descomunal,” sentenciaste, “un espacio severo y contenido”. Palabras que habrá sacado de su abuelo, pensé, y en eso los perros de Anselmo se acercaron moviendo la cola. 

 

sábado, 11 de mayo de 2024

Recuerdo bien ese sueño

 


Recuerdo bien ese sueño. Con miedo, había entrado para ver a esas mujeres que se dejaban admirar en los umbrales de los galpones, pero una vez adentro, al verlas en pequeñas jaulas de alambre, desesperado, quería salir de ahí y para eso tomaba por donde había ramas y cañas altas. Y, gracias a la luz de la luna, entre las hojas, encontraba hormigas negras, grandes, incansables, unas y otras, miles, en una fila interminable. Y a continuación, siempre en el sueño, encontraba una bicicleta tirada y me ponía a pedalear en el aire. Mi objetivo era no pensar. Pero eso solo me llevaba a un dragón de Komodo que tomaba sol entre las rocas, ocioso, imponente y mudo. 

viernes, 10 de mayo de 2024

Los grandes galpones

 

En la parte más ondulada, vi unos pájaros negros y pequeños que formaban en el aire una mancha que parecía de tinta. Cuando me paré a verlos, se abrieron las nubes, la pradera se puso verde y después casi amarilla. Crucé entonces la ruta por la que casi nunca pasa nadie y continué por un camino de tierra. A mi derecha, estaban los álamos en hilera y los grandes galpones iluminados por dentro. Los iluminan, pensé, para que las gallinas sigan produciendo. Entonces, con la bici al costado, en el olor nauseabundo, vi a las gallinas moviéndose en sus jaulas como robots. Y para librarme de esa imagen, miré de nuevo hacia los eucaliptos, más allá de los galpones, donde el sol estallaba detrás.

 

 

jueves, 9 de mayo de 2024

Según avanzaba

 


Esa tarde, leo ahora en un cuaderno donde anotaba distintas cosas, mientras pedaleaba, veía unos niños que para evitar la lluvia se ocultaban en el jardín vecino bajo grandes hojas “oreja de elefante” y, según avanzaba, el canto de los pájaros me relajaba y el aire cada vez más frío volvía los sonidos más lejanos.

miércoles, 8 de mayo de 2024

Los mismos caballos

 


Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el intento de comprender a mis padres. Uno puede comprender más a sus padres que a uno mismo, pensé. Pero no estaba seguro de eso porque mis impresiones tienden a cambiar y los pájaros sobre los muros a seguir. 

 

Después, sobre el fin de un calor agobiante, salí a pasear con mi perra. Parecía que iba a llover, pero el agua no cayó hasta la madrugada. Y al despertar, abrí las ventanas. El viento era fresco, los árboles se movían. Los pájaros cantaban, y era feliz, tan feliz como alguien venido de la antigua Grecia.

martes, 7 de mayo de 2024

El palacio medieval en la montaña

 

Esa noche el aire templado en la noche quieta ampliaba el canto de los grillos, los plumerillos casi no se movían y en mi cabeza el camino de siempre iba hacia un palacio medieval en la montaña. 

 

lunes, 6 de mayo de 2024

Entre unos espinillos

 

Esa tarde, durante la cacería con tu abuelo, mi atención iba hacia una rosa silvestre que crecía bajo unas acacias. Para entonces, entre unos espinillos, a la espera de un jabalí, tu abuelo sostenía una escopeta calibre doce. Recuerdo bien cuánto me angustiaba su entusiasmo. Pero pensé que mis arranques de angustia se irían con los años. Creía que iban a perder sustancia.

 

domingo, 5 de mayo de 2024

Esa mañana un pajarito saltaba por las ramas de un árbol

 

Esa mañana un pajarito saltaba por las ramas de un árbol del que desconocía el nombre. Las golondrinas se dispersaban y por momentos se unían. Las rocas en esa parte del río tenían manchitas negras concentradas en lo alto. “Arman dibujos”, comentaste señalándolas. En los juncos, cantaban montones de ranas. Llovía y dos gatos bajo un ceibo miraban unos zorzales saltando por el pasto. A lo lejos, vi a dos peones que avanzaban a caballo y no sabría decir por qué me parecieron espíritus recién nacidos, ajenos al mundo, ingenuos. La lluvia mojaba sus cabezas. Avanzaban hacia la última de las playas conocidas arreando una tropilla. Me pareció una escena que tal vez había soñado. 

sábado, 4 de mayo de 2024

Un pajarito

 

Esa mañana un pajarito saltaba por las ramas de un árbol del que desconocía el nombre. Las golondrinas se dispersaban y por momentos se unían. Las rocas en esa parte del río tenían manchitas negras concentradas en lo alto. “Arman dibujos”, comentaste señalándolas. En los juncos, cantaban montones de ranas. Llovía y dos gatos bajo un ceibo miraban unos zorzales saltando por el pasto. Miré a lo lejos: dos peones avanzaban a caballo. No sabría decir por qué me parecieron espíritus recién nacidos, ajenos al mundo, ingenuos. La lluvia mojaba sus cabezas mientras avanzaban hacia la última de las playas conocidas. Arreaban una tropilla. Me pareció una escena que tal vez había soñado. 

 

viernes, 3 de mayo de 2024

Que tal vez había soñado

 

Esa mañana un pajarito saltaba por las ramas de un árbol del que desconocía el nombre. Las golondrinas se dispersaban y por momentos se unían. Las rocas en esa parte del río tenían manchitas negras concentradas en lo alto. “Arman dibujos”, comentaste señalándolas. En los juncos, cantaban montones de ranas. Llovía y dos gatos bajo un ceibo miraban unos zorzales saltando por el pasto. Miré a lo lejos: dos peones avanzaban a caballo. No sabría decir por qué me parecieron espíritus recién nacidos, ajenos al mundo, ingenuos. La lluvia mojaba sus cabezas mientras avanzaban hacia la última de las playas conocidas. Arreaban una tropilla. Me pareció una escena que tal vez había soñado. 

 

jueves, 2 de mayo de 2024

El mundo bíblico

 

Ese día estábamos en la orilla del río a un costado de los silos, justo en la curva donde se ven unos juncos. En las cúpulas de chapa unas palomas se posaron en lo alto. A pocos metros, descansaban unos perros mal alimentados. En la orilla de enfrente, unos patos serrucho estaban de pie perfectamente quietos. Hablaste de “pintar un junco hasta respirar el junco” con relación a unos dibujos japoneses que pertenecían a tu abuelo. “Los compró en Asunción de joven”, dijiste. Nos pusimos a divagar sobre el mundo bíblico…. “Es algo descomunal,” sentenciaste, “un espacio severo y contenido”. Palabras que habrá sacado de su abuelo, pensé, y en eso los perros de Anselmo se acercaron moviendo la cola. 

 

Aleluya

  Estuve por varios barrios ayer. En realidad, debo explicarme mejor: primero fui a nadar a mi club cerca del río y disfruté bajo un sol tod...