miércoles, 2 de julio de 2025

Dos de espadas. Tarot

 

Me levanté cerca de las diez y media de la mañana, luego de atravesar otra vez ese impasse en el sueño que me persigue desde hace más de diez años. Siempre aparece un agobio voluminoso por cuestiones de trabajo, aunque sospecho que detrás se esconde algo más profundo: el miedo al fracaso. Ese miedo no se refiere tanto al trabajo profesional que tengo —el que me da cierta seguridad económica— sino a lo que más me gusta: lo artístico. Ahí está el riesgo, y ahí también el miedo puntual a no estar a la altura.

El razonamiento es más o menos conocido —me lo repetí mil veces—: si dejara mi profesión, que tanto me costó construir, para adentrarme en un camino tan incierto como el artístico, probablemente terminaría sin el pan y sin la torta. Sin la seguridad económica que siempre tuvo un peso enorme en mi vida —y que quizá remonta a algo más antiguo que aún no logro descifrar—, y sin un reconocimiento claro en lo artístico. Ahí está el meollo, y por lo tanto, la tensión.

Durante años, una alternativa funcionó como contrapeso: seguir desarrollando mis intereses artísticos mientras cumplo con mis tareas profesionales. Pero esa escisión, además de generar tensiones, me impide una entrega plena a los proyectos que más deseo. Y sobre todo me mantiene dividido entre dos vertientes que no terminan de conectarse. Debería encontrar la forma de que se fundan. Que algo de cada una llegue al mismo lugar.

martes, 1 de julio de 2025

Frente al mar

 Me metí al agua, que todavía estaba tibia, y al salir me quedé observando a una mujer que vendía sandwiches con un hijo de unos tres años. Por algún motivo, ese niño me recordó a mí en la infancia. Me puse entonces a pensar en cuánto me fascinaba mirar mi cuerpo frente al mar, en esos años en que uno empieza a tener conciencia de los sentimientos.

Me metí al mar por última vez antes de regresar a casa y, al salir, después de secarme, subí y bajé la pendiente del médano para, ya en la calle, encontrarme con dos jóvenes y una mujer. Uno de los jóvenes, al pasar a mi lado, dijo: “Todo se trata de sexo, menos el sexo”. Una frase que nunca había escuchado.

Unos pasos más allá, al mirar una paloma que observaba el paisaje desde la rama de un pino, al costado de la calle, se me ocurrió pensar en el limitado tiempo que viven respecto del mío. A partir de ahí, pensé que algo parecido podrían pensar las estrellas: nuestra vida es tan corta frente a la de ellas.

Fue entonces cuando me puse a pensar en quién habrá creado el universo. Apenas sabemos que en algún momento comenzó, pero no el por qué ni el para qué. Mucho menos qué había antes de ese inicio, y menos aún qué dimensiones tiene.

Nos toca a nosotros darle un sentido a todo eso. Una oportunidad de ser creativos. Como aquel que alguna vez dijo que el sexo se trata de todo, menos del sexo.


Dos de espadas. Tarot

  Me levanté cerca de las diez y media de la mañana, luego de atravesar otra vez ese impasse en el sueño que me persigue desde hace más de d...