sábado, 2 de agosto de 2025

Ayer en Buzios

 Ayer, ida a la playa, por fin, cerca de las tres de la tarde, son apenas dos cuadras, la franja de arena es estrecha y hay de tanto en tanto familias sentadas en reposeras, niños jugando alrededor y personas que ofician de mozos y les sirven tragos, cervezas, se supone que eso es la expresión de un merecido descanso, no me convence y sigo camino junto con mis hijos, un poco más adelante me topo con una mujer junto a su pareja e hijo, la mujer tiene una bikini diminuta, al igual que la mayoría de las mujeres que me he topado hasta entonces, pero en su caso advierto una cadena en su cintura que refuerza cierto rasgo erótico junto con un cuerpo exuberante y algo alejado en las formas de los cánones de belleza más estrictos, cosa que me agrada, tal vez porque la emparento, a mi edad, con un cuerpo deseado más asequible, más cierto, en todo caso su visión me hace decirle a mi hija que las mujeres parecen haberse definido en pos de una independencia en relación con los modos de poder del hombre —en cuanto a quién accede a sus cuerpos— pero no tanto en cómo se vinculan con sus cuerpos, mi hija se limita a asentir, supongo que porque coincide o tal vez porque no le interesa debatir el tema conmigo, no obstante desde que es una niña ella se ha encargado de darle una preeminencia al tópico femineidad siglo veintiuno, por decirlo así, de un modo extraño.


viernes, 1 de agosto de 2025

El perro encerrado.

El lugar es todo lo deseado: una casa decorada con buen gusto, aunque con demasiadas imágenes de Frida Kahlo, un detalle que no me agrada —no me convence el uso de ciertas figuras del arte como emblemas, en este caso del arte latinoamericano—. Tiene un generoso espacio, piso de madera, reposeras, sillas y mesas, una pileta sin bordes, y desde lo alto mira a una bahía donde se ven algunos barcos de pescadores amarrados, quietos, a la espera de un viaje. Después hay cerros que acá llaman morros, con palmeras, árboles de distintos tipos; y por el jardín, que es grande y con una vegetación variada, se ven abejorros que circulan entre las plantas, eligiendo ciertas flores, pájaros también en tránsito, irradiando esa felicidad innata que surge de ser lo que la creación asignó que uno sea de la forma más afortunada. Pero allí, abajo, al final del terreno que baja de manera abrupta, oculta detrás de bananeros muy altos, está la pequeña casa vecina, y en esa pequeña casa se encuentra un perro. Un perro que ladra con insistencia, no mucho durante el día, pero sí por la noche, de manera frenética, insistente, porque está aburrido, supongo, excitado, víctima de un encierro que se prolonga desde hace mucho tiempo, casi toda su vida, y de algún modo consciente de que su destino será el permanecer en ese encierro infame, rodeado de un paraíso al que nunca podrá acceder y que estará frente a él un día y otro día para que trabaje una aceptación que nunca llegará del todo.

Ayer en Buzios

 Ayer, ida a la playa, por fin, cerca de las tres de la tarde, son apenas dos cuadras, la franja de arena es estrecha y hay de tanto en tant...